01 septiembre 2014

Crónica Mercedaria

Con la paz y alegría que emanan las personas de Estancia Yucat, Ema nos preguntó si deseábamos el mate en la galería o en el comedor. La tarde estaba entrada en horas y el aire se estaba poniendo fresco en la galería. Tomamos los mates en el comedor mientras observábamos asombrados el entorno y digeríamos lo que habíamos aprendido de Laura, la encargada de relaciones humanas, y el Padre Carlos, el administrador de la estancia.

Habíamos llegado a Yucat buscando una noche relajada, alejada de la rutina escolar y doméstica de los chicos y la vida familiar. Encontramos lo que buscábamos y mucho más.
Entrada al casco de la estancia
El entorno rural es majestuoso. Enmarcado por pinos, el camino de entrada al casco de la estancia nos recibió seco y polvoriento. El auto levantó tierra que el viento esparció sobre los potreros. La iglesia de casi 100 años, en el casco de la estancia, apareció algo cansada entre los árboles. Después aparecieron otras edificaciones, un galpón al fondo, eucaliptos poblados de loras y chimangos. La galería de la casa principal evoca largas tardes de verano repletas de tereré y conversación mientras el sol se toma su tiempo para ocultarse tras el horizonte occidental.
Galería para mate e introspección
Luego de los mates y un paseo hasta la vera del río Ctalamochita, fuimos invitados a cenar con el Padre Carlos y otros miembros de la comunidad de Yucat. La comida casera, deliciosa, fue acompañada por una charla interesante en la que aprendimos mucho sobre la estancia y la gente que la habita. Las casi 22.000 hectáreas de campo pertenecen a la Orden de la Merced, cuyo Carisma es la redención de los cautivos. La Orden ha ajustado su definición de cautivo para adecuarla a los tiempos modernos. Hoy en día ayuda a la humanidad cautiva bajo varias formas de esclavitud: trata de blancas, compra y venta de niños, lamentablemente prácticas tan reales y comunes que nadie se sorprende al escucharlas.
Atardecer sobre el Ctalamochita

Además de la producción agraria tradicional de cualquier estancia, Yucat toma responsabilidades sociales con resultados más duraderos y humanos que la simple redención de almas. El Padre Carlos, a través de su programa El árbol que tu olvidaste, atrae gente que vive marginalmente en zonas urbanas y les ofrece un ambiente sano en el que pueden crecer como personas y como familias. La Orden arrienda tierra a colonos y familias que trabajen con su propio capital y sus propias manos, para así formar comunidades solidarias.
Ganado caprino (aprendí esa palabra en Yucat)

La obra del Padre Carlos, apoyado por la Orden de la Merced, huele a utopía. Pero esta utopía funciona gracias al pragmatismo que exuda el lider de la comunidad. El Padre Carlos y toda la gente de Estancia Yucat merecen una felicitación por su trabajo, su perseverancia, su solidaridad. No puedo más que admirarlos y agradecerles.
Ganado ovino (a esa palabra ya la conocía)
Hacienda, cosecha, consciencia social; qué más podría ofrecer Yucat? Historia! Más de 300 años de historia! Tuvimos la suerte de conocer a Rubén Rüedi, historiador, autor y guía de la estancia. Rubén nos llevó a conocer el museo, la capilla, el tambo de cabras, y en una caminata de 2 horas nos enseñó más cosas de las que puedo escribir en un solo blog post.
Iglesia construida en 1918
Llegamos a Yucat sin saber qué esperar. Pensamos que sería otra estancia tratando de diversificar su ingreso a través del turismo rural. Pero no es el caso. Nos recibieron en su casa, nos trataron como familia, nos permitieron inmiscuirnos en su vida. Nos dieron otra razón para no perder la fe en la humanidad y su capacidad para formar comunidades en las que cada miembro puede encontrar su espacio y su felicidad.
La chica de campo...