10 julio 2016

Dulce Río Dulce

El azogue cobrizo del Caribe al alba me despabiló y la noche de sueño corto e interrumpido se evaporó rápidamente. El Taia continuaba su camino sólido hacia el oeste-suroeste, hacia el continente que no veía desde diciembre de 2014. Renovado por la luz tranquilizadora del amanecer, salí del cockpit para dar mi última vuelta por cubierta antes de ir a dormir y dejar a la Cami de guardia. Aunque normalmente en el mar la salida del sol me encuentra cansado, siempre me da razón para admirar la belleza del océano con la luz tenue del sol naciente. Es tranquilizador, y no sólo porque simboliza el final de las guardias nocturnas. Sobre cubierta, cuatro peces voladores evidenciaron su infortunio mirándome secos desde los rincones en los que habían aterrizado durante la noche. Pobres bestias.
Delicioso mahi mahi. El más grande que he pescado
La costa norte de Honduras, con su ya bien conocido manto de tormentas eléctricas, había sido testigo de nuestra última navegación oceánica de la temporada. Durante la noche habíamos visto rayos y relámpagos hacia el sur y hacia el oeste, exactamente hacia donde apuntaba la proa. A la madrugada había decidido mantenerle al Taia las riendas cortas; reduje la velocidad para dejar pasar un chubasco que parecía un show de fuegos artificiales. El patrón climático estival en esta zona es bien simple: desde el atardecer hasta la madrugada hay tormentas eléctricas y los días son parcialmente nublados. Al demorar el acercamiento al continente estaba disminuyendo la probabilidad de encontrarnos rodeados de rayos. Con el amanecer llegó esa tranquilidad.

Nos anclamos frente a Tres Puntas, una península guatemalteca ubicada 10 millas al norte de Livingston, nuestro puerto de entrada a Guatemala y el Río Dulce. El delta del río puede ser una entrada complicada por los bancos de arena y barro que le roban profundidad. El plan era esperar en Tres Puntas hasta la mañana siguiente, cuando la marea sería particularmente alta. Pasamos una tarde tranquila anclados y nos fuimos a dormir junto con el sol. Al día siguiente había que salir a las 5 de la mañana para aprovechar la marea alta en Livingston.

Durante la tarde mi humor se puso más bien reflexivo. Comencé a mirar hacia los últimos seis meses y medio. Después de tirar el barco al agua en Grenada el 18/diciembre/2015, comenzamos una peregrinación hacia el norte primero y el oeste después. Visitamos varias de las Antillas Menores – varias que no habíamos visitado la temporada anterior– y también exploramos levemente la costa sur de las Antillas Mayores. En total fueron 2.838 millas náuticas navegadas a un promedio 5,4 nudos, la mayor parte a vela. En Puerto Rico y Cuba el viento brilló por su ausencia y tuvimos que quemar diesel para seguir avanzando mientras la temporada de huracanes nos apuraba implacable y omnipotente. Fueron 78 fondeaderos distintos en catorce países caribeños. En mi estado reflexivo, también consideré las renuncias que uno hace por vivir de esta forma. Me pregunté cuál será el balance final, cuando sea que éste capítulo de vida nómade llegue a su fin. ¿Qué sigue después de esto?

Nos levantamos al alba y cruzamos la Bahía de Amatique para entrar al Río Dulce con la marea más alta del mes. Al entrar no tocamos el fondo, pero sí estuvimos muy cerca (el Taia cala 1,85 metros y la profundidad mínima que ví fue 1,9). Una vez fondeados frente a Livingston, comenzamos el proceso de entrada a Guatemala. El proceso en sí no es particularmente complicado, pero igual decidimos contratar a un agente para que se ocupe del papeleo. En Livingston han habido varios robos en las últimas semanas y quisimos minimizar la cantidad de tiempo que el Taia pasaría anclado frente al pueblo. El agente ayuda a acelerar el proceso. Apenas tuvimos los papeles correspondientes, levantamos ancla y nos embarcamos en la navegación río arriba.
La tormenta nuestra de cada día preparandose en el este
El valle del Río Dulce entre Livingston y el pequeño lago El Golfete, es profundo, con acantilados cubiertos de vegetación tropical y el aire repleto de conversaciones animales. La belleza del lugar es impactante y completamente distinta a todo lo que hemos visto. Aún se ven mayas pescando desde sus cayucos, las tradicionales embarcaciones hechas de tronco. Y no es difícil imaginar el aspecto que tendría el río hace quinientos o mil años. Hay muy poca construcción a la vera del río. Los mayas, los conquistadores españoles, los corsarios ingleses y piratas de todo el mundo vieron este valle en un estado similar al de hoy en día. El Río Dulce, además de ser el hogar de los mayas, es aún hoy refugio para marinos.
Es difícil capturar en una foto la escala de los acantilados (Foto sacada Annick de La Smala)
Luego de veinte millas río arriba, llegamos a Fronteras, un pueblo rutero de dimensiones mínimas. Alrededor de Fronteras se han instalado varias marinas que reciben barcos todo el año, pero cuyo negocio principal sucede durante la temporada de huracanes, cuando muchos de nosotros venimos buscando protección y aguas tranquilas. El desarrollo humano ha tenido poco efecto en la vida salvaje del lugar. La hay en abundancia y los ruidos de la jungla se pueden escuchar fácilmente durante todo el día. Además de los animales y la vegetación, en esta época del año la lluvia marca su presencia a diario. Todos los días llueve, de a ratos torrencialmente. El sol se asoma tímidamente entre nubes desde el amanecer hasta la tarde, cuando entran desde el este las nubes oscuras con sus malditos rayos. Relámpagos, truenos y lluvia son parte de la rutina diaria. Llueve tanto que los tanques de agua del Taia están completamente llenos de la más dulce y sabrosa agua de lluvia.

Hasta octubre o noviembre, el Río Dulce es el hogar del Taia y su tripulación.




Marinas del Río Dulce

08 julio 2016

Roatán y Utila, Honduras

Después de pasar 8 días maravillosos en Guanaja, partimos para Roatán. Tuvimos una navegación corta y fácil, algo que no habíamos tenido en bastante tiempo.

En French Harbour estuvimos solamente un día y medio, porque nos queriamos encontrar con amigos en West End. En la marina de French Harbour, conocimos a Cheeky, el mono local que anda libremente por la zona. Parece que Cheeky va todos los días al bar de la marina buscando que la gente le de maní.



En French Cay, un pequeño cayo privado donde a diario llevan turistas a pasar el dia, pasamos una tarde muy entretenida. Este mini-resort tiene un mini-zoo, varios bares y restaurantes, muchos kayaks para usar libremente y, lo más importante, una torre de unos 2 metros de alto desde donde tirarse al agua. Pagamos 5$ por entrar y los chicos se pasaron toda la tarde tirandose al agua.

Matias saltando desde la torre.

En West End finalmente nos encontramos con la tripulación de La Smala, un barco canadianse, y Gone Walkabout, un barco australiano. A estos dos barcos los habíamos visto por última vez en agosto del año pasado, en Grenada.

La playa de West End
El pueblo de West End es bonito pero lo que más nos llamó la atención es el coral. Todos los días hacíamos snorkelling o buceábamos. Todos los lugares a los que fuimos fueron increibles. El coral en Roatán es impresionante y está en muy buen estado. Realmente nos gustó mucho.

En Utila también hicimos buceo y snorkeling, aunque no tanto. Lo poco que hicimos estuvo bueno, pero Roatán nos impresionó mejor. Allí trataremos de volver en Octubre.

Después de cada buceada, con un poco de aire en el tanque, el Er empezó a enseñarles a la Cami y al Mati las cosas básicas de buceo. A la Cami le encantó y rápidamente pidió practicar más. La Cami buceó dos veces a un poco más de 3 metros de profundidad. Al Mati le cuesta ecualizar un poco, así que todavia no ha ido a bucear.

Camila en su primer buceada, compartiendo tanque con el Er.

El segundo buceo de la Cami, con su propio equipo.

23 junio 2016

Guanaja, Honduras

La navegación a Guanaja fué interesante. Hubo mucho viento así que nos movíamos a las chapas. Con la mayor rizada y el foque parcialmente enrollado, sosteníamos una velocidad de más de 7 nudos. Cuando barrenábamos olas, llegábamos a los 10 nudos. No tuvimos tormenta ni mucho menos relámpagos. Pero (y este es un pero bastante importante) las olas eran grandes y venian del costado, haciendo que Taia rolara incómodamente. Así fué que la navegación fué bien rápida pero bien incómoda.

Llegamos a Guanaja, la isla de más al este de las islas de la Bahia de Honduras, a las 8.20 am hora local. Anclamos y, como es ya costumbre después de pasar unos días navegando, nos fuimos a dormir un par de horas. Cuando nos levantamos, deseosos de mover un poco las piernas, nos fuimos a saludar a nuestros amigos de Seraphim y a saludar a otros barcos nuevos. Luego, nos fuimos a pasear por Bonacca, la isla con la mayor población de Guanaja.

Bonacca es muy pintoresca. Es una isla pequeña, que alberga 6.000 personas. Algunas casas están sobre pilares en el agua. No hay calles sino veredas por donde la gente camina y canales de agua. Algunos la llaman la Venecia del Caribe.

Bonacca, vista desde el anclaje.

Caminando por las veredas en Bonacca
Al lado de un canal en Bonacca

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Una casa (experimento?) al lado de Bonacca. Parece estar vacia.

Otra vista de Bonacca

Al día siguiente nos fuimos a anclar a El Bight, una bahía bastante protegida y bien tranquila. Con un total de 8 o 9 barcos anclados, el ritual diario era hacer algun tipo de actividad y terminar el día tomando una cerveza bien fría en Manatí, el bar/restaurant más grande de la bahía.

El snorkeling en Guanaja nos sorprendió gratamente. Hay corales de todos los tamaños y colores, y todos en muy buen estado de salud, algo que no es cierto en muchos de los lugares del Caribe del Este que visitamos. Lamentablemente, no sé porqué razón, no encontramos muchos peces y los que vimos eran bien pequeños.

En Guanaja hicimos dos caminatas que nos gustaron mucho. La primera, desde Michael Rock, donde caminamos por unos 45 minutos para llegar a una cascada. La segunda, donde caminamos por 3 horas para llegar a la cima de Michael Point, el punto más elevado en Guanaja. Esta caminata no fué difícil, pero el calor se hizo agobiante debido a que todos estábamos con mangas largas y pantalón largo para evitar que las garrapatas que habitan la isla se nos trepen. Pasamos mucho calor y tuvimos que parar varias veces, pero lo logramos. Al final del recorrido, hubo inspección de garrapatas y para el asombro mio encontramos varias, sobretodo en el capitán y en el Mati. Será que las garrapatas son sexistas?
Después de un buen rato caminando a paso ligero para que no nos agarrara la noche, fué lindo poder refrescarse en la cascada.


De regreso a la playa desde la cascada. En una parte teniamos que agarrar un cabo para cruzar.

Una hamaca en el medio del bosque! 
Subiendo a Michael Peak. Que calor!

Descansando un poco. No se nota mucho, pero habia bastante viento.

Llegando a la cima. Que placer!

Resolviendo problemas del mundo o simplemente descansando?

Almuerzo en la cima

De regreso ya...

Una linda vista de Bonacca desde arriba.
Un día, Tim, de Seraphim, les ofreció a los chicos sacar su arnés y ayudarlos a subirse a árboles. Los chicos se alucinaron y al día siguiente fuimos todos a buscar un buen árbol para trepar. Los primeros en subir fueron el Mati y la Cami, por supuesto. Pero todos los adultos terminaron pidiendo un turno tambien. Muy divertido!


11 junio 2016

Travesia a Honduras - Dia 1

En 24 horas navegamos 140 millas. Nada mal, considerando que las primeras 8 horas fueron a paso de tortuga. Despues se levanto viento y no ha parado. El viento esta en la aleta pero las olas en el traves, lo cual lo hace un poco incomodo. Si el viento se mantiene asi llegaremos a Guanaja el domingo temprano.

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04 junio 2016

De los contrastes socio-políticos entre países caribeños y del socaga que se agarra uno navegando en una tormenta eléctrica

Fue 1 mes exacto que el Taia pasó en Haití y Cuba, los dos países más distintos entre todos los que hemos visitado desde que empezamos a viajar en julio de 2013. Los últimos días en Cuba los pasamos en Cayo Largo, una isla cubana dedicada completamente al turismo. Los cubanos que conocimos en esa isla trabajan para mantener a los turistas entretenidos y hablando bien de Cuba. Tienen una vida algo extraña, pasando 21 días en Cayo Largo seguidos de 7 en su casa.

Caminando por Cayo Largo vimos un santuario de tortugas. La visita al santuario se convirtió en una experiencia inolvidable. Leandro, uno de los voluntarios, contó que buscan los huevos en las playas todos los días, los extraen de sus nidos y los entierran en nidos que ellos cavan en la arena alrededor del santuario. La razón por la que hacen esto es que los resorts que decoran el cayo no tienen ningún interés en proteger los nidos de las manos curiosas de los turistas. Sacar los huevos de la playa es un requisito para mantener la población de tortugas viva.

Cuando las tortugas salen de sus huevos, permanecen en el santuario, adonde las cuidan y mantienen saludables hasta que cumplen 18 meses de edad. Ahí las liberan al mar, adonde comen perdices y se reproducen en paz. En los alrededores de Cayo Largo se ven tortugas marinas por todos lados.
Leandro, el voluntario del tortugario, enterrando huevos que tomó de la playa la noche anterior
Parte de las tareas de los voluntarios es limpiar las tortugas con cepillos para que el agua de los piletones y el relativo hacinamiento en el que viven no les provoque infecciones. Leandro invitó a los chicos a ayudarlo con esta tarea. Fue maravilloso.
Doctor Mati cuidando la higiene de las tortugas
Doctora Cami muy concentrada en su tarea
De Cayo Largo salimos hacia Grand Cayman con un pronóstico tranquilo aunque con alguna inestabilidad atmosférica. Esa noche de navegación fue la más difícil que he tenido. Durante 4 horas los rayos caían incansables alrededor del Taia, los relámpagos enceguecían y los truenos ensordecían. Pasamos por abajo de una tormenta eléctrica y parecía que la distancia restante sería facil. Pero apenas terminamos de salir de la primera tormenta, la segunda vino con más violencia. Por suerte el Taia llegó a George Town, Grand Cayman, a la mañana siguiente sin más daño que un susto y algún que otro short patinado de bosta.

El contraste entre Cuba y Grand Cayman no podría ser mayor. En poco menos de 24 horas de navegación pasamos del paraíso socialista al paraíso capitalista. Cayman Islands es un país ínfimo, con una población de menos de 60.000 habitantes y escasos 264 km2 de superficie. El país se especializa en 2 industrias: el turismo y los servicios financieros. Juzgando por lo que se ve en la calle y en las aguas alrededor de la isla, les está yendo muy bien en ambos campos. También cuidan su ecología con tesón. La aduana se quedó con mis arpones porque la pesca submarina está prohibida (me los devolverán cuando haga aduana para salir). En George Town, la capital, hay un puerto comercial. El agua en la zona del puerto es cristalina y los arrecifes que están en esa zona de tanto tráfico (vienen 2 o 3 cruceros por día, más todo el tráfico comercial) están tan saludables como los arrecifes de las zonas despobladas de Cuba y las Bahamas. No hay basura flotando en el agua (esto marca violentamente el contraste con Cuba y Haití, adonde hay tanto plástico flotando en el agua como esparcido por las calles).

Explorando el arrecife Gruta del Diablo frente a George Town
Aunque la gente de Cayman no es tan amigable como la de Cuba, es indudable que saben tratar bien a los turistas. Caminar por George Town es como caminar por una tranquila ciudad de Florida. Todo es prolijo, limpio, lindo; el tráfico es tranquilo y respetuoso. Los supermercados, mayormente desabastecidos en tantos países caribeños, no tienen nada que envidiarles a los supermercados de Canadá... excepto por el precio de las cosas, que resulta algo elevado.

Hay un lugar en el norte de la isla que llaman Stingray City. Hace muchos años, los pescadores volvían del mar y limpiaban pescados adentro del arrecife en North Sound, tirando entrañas y cabezas al agua ahí mismo. Las rayas de la zona descubrieron ese paraíso alimenticio y rápidamente establecieron una colonia en simbiosis con los pescadores. Ya no hay pescadores en Grand Cayman, excepto los que lo hacen como hobby, pero las rayas aun habitan esa zona. Y la industria del turismo aprovechó el fenómeno y empezó a vender excursiones para ir a ver las rayas. Obviamente todavía las alimentan, para que no se vayan y toleren el maltrato que cientos de turistas por día les imponen.
Los guías, en el agua con los turistas, agarran a las rayas y las ponen en brazos de los viajeros. El fotógrafo del tur procede a sacar la foto obligatoria. Terminada esta experiencia salvaje (salvaje en más de un sentido), los turistas vuelven a abordar las embarcaciones que los trajeron hasta Stingray City. Algunas de estas embarcaciones tienen un empleado sobre cubierta que está listo con una manguera de agua dulce. Los turistas hacen fila india para subirse a su correspondiente embarcación, y apenas ponen sus pies sobre cubierta, el aguatero los enjuaga rápidamente con agua dulce.
Stingray Circus. Entre las 9 y las 17 circulan cientos de personas por día
Pacientes rayas moviéndose con extrema gracia y docilidad en Stingray Circus
Stingray Circus, no Stingray City. Las rayas son lindas y por suerte también son pacientes con nosotros los humanos.

No he tenido oportunidad de bucear todavía, pero el snorkeling ha sido increíble. Hay arrecifes por todos lados, naturales y artificiales a través de barcos hundidos en lugares estratégicos para alentar el crecimiento del arrecife. Si el clima mejora y tengo oportunidad, voy a bucear.


Kittiwake, un barco que hundieron frente a la playa para hacer un arrecife artificial. Con un espécimen de la fauna local
Más fauna local en el Kittiwake
El clima se ha deteriorado mucho, con baja presión y una zona enorme de chubascos y tormentas eléctricas que se ha estacionado sobre la zona y se está moviendo lentamente hacia el noroeste. Los instrumentos de navegación están constantemente desenchufados por las dudas que un rayo se haga amigo del Taia. Hace dos días que el sol está ausente. Los tanques de agua están llenos de lluvia, que es lo mejor de esta situación. Por suerte esto se pasará en uno o dos días más y podremos navegar hacia América Central.

15 mayo 2016

En la ruta del Granma

Una navegación fácil de 110 millas. El viento había estado soplando parejo todo el sábado y no había razón para esperar algo distinto el domingo. Durante la noche iba a haber un poco más de viento; mejor aun. Una navegación fácil y con suficiente viento para hacerla completa sin motor. Eso esperaba.

Adentro de la Bahía de Santiago había poco viento, pero apenas asomáramos la proa en el mar Caribe los Alisios del sudeste iban a hacer lo que siempre hacen: soplar de 15 a 20 nudos. Y así comenzaron esas 110 millas fáciles desde Santiago de Cuba hasta Cabo Cruz. Apenas caído el sol los Alisios se replegaron junto con la luz, aunque las olas siguieron cortas, algo desordenadas y de 1 metro de altura. Si el casco no tiene energía para deslizarse por el agua y cortar esas olas, el rolido y cabeceo se ponen incómodos.

Comenzó la danza del paso doble entre el foque y el motor. Sin viento y con marejada, las dos velas pegan tirones con el rolido del barco: enrollar el foque, prender el motor. Minutos más tarde, entran 7 u 8 nudos del norte, se puede navegar a vela: desenrollar el foque, apagar el motor. Unos compases más y la situación vuelve al primer paso. Así fue el principio de la noche. El viento finalmente se fue con su esquizofrenia para otro lado y no lo volvimos a ver. Siguieron 10 horas de motor hasta Cabo Cruz.

Yendo de este a oeste, Cabo Cruz, en la costa sur de Cuba, marca el primer tercio de la isla. En ese cabo termina una costa de acantilados bajos que caen de alrededor de 15 o 20 metros sobre el mar a unos 1000 metros de profundidad en no más de media milla. Guantánamo y Santiago son las únicas bahías protegidas en ese primer tercio de costa sureña de Cuba. Hacia el oeste de Cabo Cruz se extienden casi 200 millas de bancos de arena, arrecifes de coral, cayos y lagunas, que terminan en Casilda, cerca de Trinidad. Colón llamó a esa zona Los Jardines de la Reina, en honor a la reina Isabel la Católica, Reina de Castilla, Reina consorte de Aragón, Mallorca, Valencia, Sicilia y condesa consorte de Barcelona –los títulos le pesaban a la pobre mujer.

Lo más interesante para mi de Cabo Cruz, es que el yate Granma y sus 81 expedicionarios desembarcaron en Las Coloradas, una playa que queda a menos de 10 millas al norte de Cabo Cruz. Estos expedicionarios, encabezados por Fidel Castro Ruz, se las arreglaron para montarle al buen señor (y tirano dictador) Fulgencio Batista, una revolución del pueblo que cambió la historia de América para siempre. Mientras el Granma entró de noche y sin luces, tratando de pasar desapercibido, el Taia entró a plena luz del día y siendo observado por los oficiales de Guardafronteras en el destacamento de Cabo Cruz.

Ya fondeados atrás del arrecife de coral y a casi una milla al oeste del pueblito pesquero de Cabo Cruz, vemos en el agua un nadador que se acerca desde el manglar, a unos 300 metros al norte del Taia. El nadador se acerca, saluda amablemente, y pregunta si queremos comprar langosta, fruta, verdura y huevos. Yo, todavía algo sorprendido por la presencia de este avezado nadador tan lejos de tierra, contesto que no necesitamos langosta pero fruta y verdura sí. Entonces el amable hombre levanta una bolsa que venía remolcando mientras nadaba y me la pasa. Efectivamente, en la bolsa hay 3 langostas muertas y, sellados en otra bolsa de plástico, unos huevos, un ananá y unas cebollas. Viéndolo a este hombre bracear en el agua para mantener la cabeza por encima de la superficie, lo invito a subir abordo mientras busco con qué pagarle – es lo menos que uno puede hacer, no? Su respuesta negativa no sorprende. Si los oficiales de Guardafronteras lo ven subiendo al Taia se puede meter en serios problemas.

Arreglamos un pago de 50 pesos cubanos (equivalente a us$2) y un libro para niños que guardo prolijamente en una bolsa para que él pueda volver nadando sin que se arruinen el libro ni la plata. (El Taia flaquea en lo que respecta a cosas donables. En Ile-à-Vache, Haití, quedó casi todo lo que podíamos donar. En Santiago de Cuba los chicos ya habían empezado a donar juguetes que todavía usaban.)

Le alcancé la bolsa y pensé que emprendería su nado de vuelta al manglar, pero tal parece que el fútbol lo apasiona y, viendo que Guardafronteras aun no venía, el hombre permanece agarrado al Taia hablando de Messi, Di María, el Kun Agüero, y otros gigantes del fútbol que la Argentina produce con orgullo. Lamentablemente no recuerdo el nombre de este amable cubano. Indudablemente un tipo simple que mostró más interés en los objetos que pudiera darle a cambio de la comida, que por el dinero que terminé dándole.

Minutos más tarde levanto la mirada hacia Cabo Cruz y veo que se acerca un bote de madera con dos personas abordo. Uno de ellos, vestido de civil, rema con parsimonia y habilidad innata. El otro, vestido en el obligatorio uniforme verde revolucionario, va sentado quieto, pantalón arremangado, borseguíes y medias probablemente depositados sobre la playa de la que salieron; no vaya a ser que se mojen y arruinen. Son un pescador –lamentablemente otro nombre que mi memoria evadió– y el Sub Teniente Heredio (Heredio siendo el nombre de pila; la Revolución mantiene la costumbre de llamar a la gente por su nombre o su apodo, no tanto su apellido, costumbre que me parece excelente).

Ambos hombres se sientan en el cockpit y entre charla entretenida y sonrisas, Heredio toma nota de los datos del Taia y sus tripulantes en un ínfimo pedazo de papel sobre el que escribe con una birome que me pidió prestada. Terminadas las formalidades burocráticas, Heredio anuncia que debe comenzar el sondeo de la embarcación. Hay algo que la Revolución y los yanquis-imperialistas-go-home tienen en común: el miedo a las drogas ilícitas. Cada vez que el Taia se mueve en Cuba, las autoridades portuarias (en este caso Heredio) llevan a cabo un sondeo de drogas. Al llegar a un puerto y también al salir. Según el despacho –papel de permiso de entrada y salida de puertos que en Cuba tiene más valor que el barco en sí– el sondeo se realiza siempre utilizando el método canino, es decir, un perro se sube al barco y olfatea todo buscando drogas. Excepto que el can del método canino no siempre está presente. Por suerte el resultado de todos los sondeos del Taia, realizados con o sin el can correspondiente del que habla el despacho con absoluta certeza, ha sido negativo. (A un barco holandés le encontraron 3 semillas de marihuana en la sentina y lo multaron con us$200. La tripulación del barco nos dijo que ellos no tenían ni semillas ni ramitas ni hojas de marihuana y que el oficial del sondeo puso las semillas ahí. Conocimos tanto al oficial como a los tripulantes de ese barco y no tenemos razón para creer ni descreer a ninguno de ellos. Como siempre, la verdad debe estar en algún lugar entre las dos historias distintas.)

Heredio me pide que lo acompañe mientras realiza el sondeo, lo cual me parece excelente: a nadie le gusta que un oficial registre su casa sin uno estar presente. El sondeo no es más que una mirada sumaria por los distintos ambientes del barco. Cuando Heredio ve en el baño un pomo de dentífrico, me pregunta si tengo otro para darle. Advertido de que los oficiales tienen prohibido pedir regalos, y habiendo escuchado el rumor de que algunos lo hacen para luego decir que uno intentó sobornarlos, contesto compungido que ese es nuestro último pomo (en realidad no tengo idea si hay más abordo, pero sospecho que debe haber 2 o 3 más). Después me arrepentí de no haberle dado un pomo de dentífrico a este ser humano que sólo busca mantener su higiene dental y la de su familia.

El arrecife de coral de Cabo Cruz es excelente, bien saludable y lleno de vida. El agua es perfectamente cristalina y el Taia pasó una noche cómodamente anclado. Al día siguiente fui a Cabo Cruz, el pueblo, en busca de mi despacho para poder seguir navegando hacia Cienfuegos. Excepto por la casa en la que funciona Guardafronteras, el pueblo parece haber sido olvidado por la Revolución: algunas casas que en cualquier momento se les sale un ladrillo y se desmoronan en el agua, unos pocos botes para pescar (uno tenía motor), una plaza con juegos para niños de hierro que están absolutamente herrumbrados y nadie usa, una escuela de un ambiente con algunos niños en el tradicional uniforme escolar revolucionario, y eso es todo lo que hay. Hablé brevemente con dos personas y nuevamente me encontré con una amabilidad y un deseo de ayudar al prójimo que son envidiables y todos deberíamos practicar.


Volví con mi despacho y unas horas más tarde salimos hacia Cienfuegos.

Atardecer en Cabo Cruz

11 mayo 2016

Misiva para El Che

Querido Che,

Hoy te escribo desde tu querida Cuba. Más específicamente desde Punta Gorda, cerca de la salida al mar de la bahía santiaguera. Vine aquí en mi propio barco junto con mi familia. Hemos estado viajando en barco desde hace ya casi 3 años y Cuba siempre fue uno de los destinos que quería visitar.

Desde mi punto de vista, las cosas en Cuba son complicadas. Tal vez te sorprenda saber que tuve que pagar casi US$400 sólo para entrar al país. Eso debe haber sido una barbaridad de plata en la década del 60, y, hoy en día –particularmente si tienen que salir de mi propio bolsillo– también es una barbaridad de plata. He visitado unos 20 países del Caribe y el Atlántico en los últimos 3 años. Cuba es el único que me ha cobrado tanto para entrar.

Para agregar a la complejidad de visitar Cuba, te cuento que el gobierno de Fidel –quien este año cumple 90 años– no me permite mover el barco libremente. Tengo que llenar formularios y pedir permiso cada vez que me quiero mover. Y sólo puedo ir a algunos lugares. Las reglas dicen que sólo puedo llevar el barco adonde hay marinas (hay tan sólo un puñado de ellas en todo el país). Estoy obligado a ir de marina en marina y pagar el precio correspondiente, incluso si la marina no tiene una amarra para mi y me veo obligado a anclar. La razón de esto es que el gobierno teme que yo albergue a algún cubano en mi barco y lo ayude a escaparse de Cuba.

Los cubanos tienen terminantemente prohibido acercarse a mi barco. Las marinas son una especie de jaula para mantener la separación entre cubanos y extranjeros. ¿Sabés qué hacen algunos cubanos? Se pasan el día afuera de la marina, esperando que salga algún extranjero con un puñado de dólares en la mano y les compre algo o contrate algún servicio. Estos no son traidores a la Revolución, Che. Estos son cubanos con hambre de progreso. Son cubanos trabajadores que saben de la libertad que reina en el resto del mundo. Sí, los países capitalistas –algunos imperialistas, la mayoría no tanto– garantizan y disfrutan libertades que muchos cubanos envidian y desean. No los fusiles, Che.

Creo que la infraestructura en Santiago de Cuba no ha cambiado mucho desde que estuviste por aquí, fusil en mano, en el 60. Los mismos edificios siguen en pie, albergando hogares, algunos comercios, muchas oficinas de distintas dependencias del gobierno, museos, etc. La ciudad es tan bella como amistosos son los santiagueros. En los últimos años se ha puesto mucho esfuerzo en embellecer los antiguos edificios. Hay mucho mérito ahí, ya que lo han hecho con recursos ínfimos. (Tras la caída de la Cortina de Hierro en 1989, Cuba y la Revolución se encontraron en serios aprietos económicos).

¿Te acordás de los autos americanos que transitaban las calles cubanas en la década del 60? Todavía están! Sí, los mismos! Han sido arreglados, adaptados, parchados, modificados, mantenidos en funcionamiento con la sola resiliencia del espíritu cubano y los escasos materiales que se encuentran disponibles en la isla. Edy, un cubano correcto y respetuoso, me llevó desde Punta Gorda hasta Santiago en su Chevrolet de 1951. Me contó orgulloso que el motor y la transmisión fueron rescatados de algún camioncito Mitsubishi, al igual que la dirección y otras partes. En un mundo en el que pocos conciben un auto sin aire acondicionado y nadie aceptaría un auto sin algún tipo de ventilación en la cabina, Edy se las arregló para encontrar un ventilador pequeño de 12 voltios y montarlo sobre el tablero. Los vidrios originales, hace mucho entregados a la rotura, fueron reemplazados con vidrios que alguien cortó a forma y medida usando un cortavidrio de mano.

En Santiago hay gente por todos lados. Es realmente una ciudad activa. (¿Vendían churros rellenos con leche condensada cuando viniste?) Aunque están bien acostumbrados a ver turistas, la mayoría de los locales exhibe algún deslumbramiento con la sola visión de un extranjero. Parece que olieran en nosotros el desarrollo material que tanto añoran. Muchos se acercan a saludar, se presentan, me dan la mano con la calidez que los caracteriza, y me preguntan, en inglés, de dónde soy. Cuando les digo que soy argentino y me llamo Ernesto, más de uno se sonríe con complicidad. Me han apodado Ernesto Guevara de la Serna y también me han apodado boludo cuando jocosamente les dije que son jodidos para negociar los cubanos. Son gente buena. Todos necesitan algo, y lo piden con dignidad. Ofrecen a cambio todo tipo de servicios, ron o tabaco. La mayoría no pide limosna, pide ayuda material y ofrece a cambio amistad y calidez. En eso son completamente distintos a la gente de otras islas caribeñas.

En el Parque Céspedes, el corazón de Santiago, conocí a César. Se me acercó con la mano extendida y me habló en inglés. Le contesté en castellano y entablamos una conversación sobre los lugares para visitar en Santiago. Me ofreció su servicio de guía, el cual decliné y agradecí profusamente. César me recomendó un paladar (¿existían estos restaurantes familiares en tu época?) y me pidió encarecidamente que si almorzaba ahí, les dijera quién me lo había recomendado. Mientras almorzaba con familia y amigos en ese paladar, apareció César con su sonrisa y su mano extendida otra vez. Me agradeció que hubiera ido a almorzar ahí. ¿Sabés por qué me agradeció? Porque Katya, la dueña del paladar, le da una botella de aceite como pago por haber mandado clientes. César, padre de trillizos, otro cubano trabajador, como los que tanto te gustan a vos, no puede comprar aceite. No sé si no puede porque no hay o porque no le alcanza. No lo fusiles, Che. Él no te traiciona, él sobrevive.

Mañana voy a ir a visitar el Cuartel Moncada. Como bien sabés, Fidel lo atacó el 26/Julio/1953 y terminó preso político de Batista. Me imagino que Batista se arrepintió de haberle dado una amnistía en lugar de dejarlo preso por los 15 años a los que fue sentenciado. Ahora en el Moncada funciona un museo especializado en los años anteriores a la Revolución. El tema me fascina. Ya te contaré lo que vi, aunque es historia que debes conocer bien.

Estoy convencido de que Cuba no es lo que soñaste, Che. El comunismo fracasó, la Revolución fracasó. La China comunista de hoy en día es la peor faceta del capitalismo. Korea del Norte es el último chiste comunista de mal gusto. Marx, Engels, Lenin, Mao, Fidel, ninguno pudo implementar el comunismo que idearon y soñaron. Yo creo que no pudieron porque en el fondo el ser humano no lo desea, aunque diga creer lo contrario. También creo que el socialismo sí funciona. Las sociedades pueden encontrar el equilibrio entre el mercado libre y la justicia social; después de todo no son conceptos mutuamente excluyentes sino ortogonales.

La historia, lejos de haber reivindicado tu esfuerzo, se ríe de vos con ironía. Me pregunto si, de estar vivo aun, como tu amigo Fidel, mantendrías la entereza que te caracterizó y reconocerías lo utópico de tu lucha y la hipocresía de la Revolución. Yo quiero pensar que sí, que aceptarías el error de tus métodos y lo equivocado de parte de tu doctrina, porque todavía guardo admiración por la nobleza de tu sueño y tu persona, y comparto con vos la reacción iracunda hacia la injusticia en la que el ser humano cae una y otra vez, incapaz de aprender de sus propios errores.

Te mando un fuerte abrazo, tocayo.

10 mayo 2016

Camino a Camilo (Cienfuegos)

Seguimos navegando hacia Cienfuegos. Anoche tuvimos nuestra primera noche de buena navegacion desde que dejamos Puerto Rico. 20 a 25 nudos en la aleta, con olas para barrenar. Un placer. El Taia se deslizaba a 7.5 nudos de base, llegando a 9.5 con las olas.

Si el viento sigue asi llegaremos a Cienfuegos el miercoles 11 a la madrugada.

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Camino a Camilo (Cienfuegos)

Seguimos navegando hacia Cienfuegos. Anoche tuvimos nuestra primera noche de buena navegacion desde que dejamos Puerto Rico. 20 a 25 nudos en la aleta, con olas para barrenar. Un placer. El Taia se deslizaba a 7.5 nudos de base, llegando a 9.5 con las olas.

Si el viento sigue asi llegaremos a Cienfuegos el miercoles 11 a la madrugada.

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08 mayo 2016

Anclados en Cabo Cruz

Despues de una navegacion chota por la ausencia de viento, ya estamos anclados en Cabo Cruz. Manana a la tarde seguimos para Cienfuegos. Los chicos ya estan en el agua y ahora sigo yo :)

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07 mayo 2016

Cabo Cruz

En par de horas levantamos ancla para navegar 100 millas hacia Cabo Cruz. Planeo anclar ahi manana por la tarde.

Dato interesante: Fidel, Raul, el Che, Camilo y sus 77 expedicionarios navegaron en el Granma desde la zona de Veracruz en el Golfo de Mexico en noviembre del 57. Una semana de navegacion esquivando aviones y barcos de Batista les permitio desembarcar en Las Coloradas, una playa que queda unas 10 millas al norte de Cabo Cruz. Vinieron a la provincia del Oriente a proposito por dos razones: podian basar sus operaciones en la Sierra Maestra y sabian que el campesinado oriental tenia hambre de cambio y una historia de rebeldia. El resto es historia.

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02 mayo 2016

Santiago de Cuba

El Taia ya esta anclado en Santiago de Cuba. Fue una travesia facil y rapida. Por suerte la bahia de Santiago esta bien marcada con boyas; por eso decidimos entrar de noche. A dormir!

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01 mayo 2016

Haiti a Cuba

Salimos de Ile-a-Vache a las 1800 y nos conformamos con una noche lenta porque el viento estaba tan liviano. La Nati y los chicos se fueron a dormir y yo me quede de guardia. Hacia el sur veia las tormentas electricas que vimos pasar a la tarde y hacia el nordeste veia mas tormentas electricas, esas viniendo casi derechito hacia el Taia.

Segui observando las tormentas acercarse mientras el viento apenas nos movia a 3 nudos. El festival de rayos en el arco del nordeste al sur estaba increible. Finalmente la tormenta nos alcanzo, guarde el foque, y seguimos con mayor sola, muy rapido. Ahora ya paso el primer chaparron y dejo una olita algo incomoda.

Segun el pronostico la travesia a Cuba va a seguir asi: chaparron, calma, calma, chaparron, mas calma.

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29 abril 2016

Impresiones de Haití

Primera Impresión

Haití es un país pobre. El más pobre de las Américas, según recuerdo haber leído alguna vez. Ya he visitado otros países pobres anteriormente, principalmente en el Caribe. También –y hace ya muchos años– visité el Chocó, el más pobre de los departamentos de Colombia. Mi expectativa con respecto a Haití era que iba a visitar otro país pobre, ni más ni menos. Qué fácil resulta hablar con levedad sobre las carencias ajenas!

Hoy pasé mi primer día en Ile-à-Vache, una pequeña isla al sur de la península sur de Haití. Según tengo entendido, las comunidades en Ile-à-Vache son socialmente más sanas que las del Haití de Hispaniola: aquí el crimen es prácticamente inexistente y la sociedad, aunque no pujante ni particularmente desarrollada en ningún sentido, subsiste con algún grado de felicidad y tranquilidad. Pues bien, me encontré con gente que, al menos en la superficie, tiene todo el aspecto de ser feliz. Creo que viven sin miedo a la violencia o al crimen desmedido. De hecho, exhiben sonrisas enormes, llenas de dientes blancos y saludables. No vi anorexia ni obesidad, sino más bien cuerpos sanos, fibrosos, fornidos, cuerpos que son usados mucho más allá del interminable digitar de gestos en pantallitas de celulares o controles remoto.

Con el ancla colgando torpemente de la proa, el Taia se acercó a la bahía para agarrarse al fondo después de 70 horas de navegación en el Caribe. En el medio de esa maniobra, que requiere comunicación constante entre el timonel y el marinero operando el malacate del ancla, se acercaron varias canoas para ofrecer servicios y frutas y cualquier cosa que “el capitán” y su tripulación requieran. Pero éstas no eran canoas de fibra de vidrio compradas en el Wal-Mart local (que por algún designio de fortuna –o no, dependiendo de la perspectiva que uno tome– no existe). Tampoco son canoas de plástico reflotadas y parchadas docenas de veces. Estas canoas son fabricadas de troncos. El proceso es simple: encontrar un tronco relativamente recto de unos 50 cm de diámetro y 2 metros de largo, cortarlo longitudinalmente y finalmente escarbar su interior para dejar como resultado un casco alargado. ¿Y qué hay de los remos, esos que ya rara vez son de la tradicional madera? Usan ramas de palmera. Algunos tienen remos de aluminio y plástico que habrán encontrado o algún otro barco transeúnte como el Taia habrá donado.

Y mientras el marinero tiraba ancla y cadena, 4 o 5 canoas, sus tripulantes fuertemente aferrados al Taia, trataban de comunicarse con dicho marinero en una mezcla de Francés, Kreol, Inglés y Español. Imaginen la escena: hace 3 noches que uno viene durmiendo poco y en intervalos de 3 horas. Uno está cansado. Hambriento también, porque se tuvo que saltear la cena de la noche anterior gracias a una tormenta de viento que se desató sin invitación alguna. ¿Pero cómo reaccionar mal ante tanta sonrisa? ¿Cómo desalentar el espíritu empresarial de esta gente que a duras penas tiene harapos para cubrirse? Devolví sonrisas, repetí merci, thank you y gracias incontables veces, y prometí escucharlos a todos después de anclar, comer y dormir. En ese orden.

La mañana entera fue una procesión de canoas y botecitos, todos portando ofertas de servicios y vituallas. Y mi propia mezquindad poco a poco empezó a mostrarse. Después de horas de recibir canoa tras canoa, el tema se puso, en una palabra, denso. Vienen sonrientes y llenos de saludos, todos ofreciendo exactamente lo mismo, en su mayoría cosas que no necesito. Ante la negativa, se quedan agarrados al Taia mirando. No hablan. Tan sólo miran. Si los miro, sonríen. Si me voy para adentro del barco, esperan a que vuelva a salir.

La mezquindad aumenta su presencia. Comienzo a recordar la cantidad de veces que les he machacado a mis hijos que no hay que alimentar a los animales salvajes. Pero estos son seres humanos, son personas! ¿Habrán aprendido que con su insistente presencia, los ricos que venimos en barco invariablemente terminamos dándoles algo? Creo que sí, ese es exactamente el fenómeno que termino alimentando. He regalado cabos, una pelota de fútbol, un poco de leche, chocolates y caramelos. Tal vez debería pagarles para que hagan algún trabajito en el barco. Por ejemplo, ofrecen pulir el acero inoxidable. Pero claro, no tienen ningún tipo de material con qué hacerlo. Entonces recae sobre mi el tener abordo el líquido para pulir metales y los trapos requeridos. Y también deberé supervisar el trabajo. Sinceramente, egoístamente, no tengo ganas.

Por la tarde decidimos ir a ver el pueblo, Caille Coq. Mientras íbamos en el gomón buscando un lugar a donde dejarlo amarrado, dos locales nos seguían, uno en canoa y otro en un botecito. Finalmente aceptamos la realidad de que movernos sin la compañía de un guía sería imposible. Aceptamos los servicios de Jasmin, un veinteañero de facciones más que agradables a la vista con una risa potente y contagiosa. Nos llevó en una caminata hacia una playa linda en la que hay un hotel. El principio de la caminata fue a través del pueblo, que más que pueblo es una aldea. El shock cultural continuó ensanchándose a medida que caminábamos por senderos enfangados entre casitas destartaladas habitadas por gente que nos seguía con ojos curiosos. Ante nuestro tímido bonjour respondían con una sonrisa y otro bonjour, o con un salut, ça va? La calidez humana es indiscutible. Lamentablemente esa calidez no hace nada para contrarrestar la desdichada ausencia de educación.
Caminando en Caille Coq con nuestro guía, Jasmin

Caille Coq y las obligatorias torres celulares

Veleros tradicionales haitianos

La aldea no tiene electricidad, mucho menos agua corriente o cloacas. No sólo eso, sino que también hay agua estancada por doquier. Con cada lluvia, más agua se acumula para aumentar el hedor ofensivo en el que viven. ¿Y los mosquitos? Coexisten felizmente con los humanos. Y se reproducen con alarmante facilidad. Lo mismo puede decirse de cabras, perros y gallinas. Sumada al barro y los charcos y el olor y los animales sueltos, hay basura plástica por todos lados.

Hace unos días, leyendo sobre Haití, encontré que alguien escribió que el tiempo se ha detenido en este país. Esa es una triste falacia. Lo que se ha detenido es el desarrollo social. Hay muchos celulares, que imagino recargan con el puñado de paneles solares que vi esparcidos por la aldea. El plástico descartado es tan abundante como el barro. La gente habita con nociones y deseos de la tecnología que mucho del resto de la humanidad da por sentada. Eso no es que el tiempo se ha detenido. Es que esta sociedad ha sido y continúa siendo arrastrada por sociedades más desarrolladas. El burro hambriento en el fango coexiste con el celular.

Vine a Haití con curiosidad y con el propósito de ayudar a la Good Samaritan Foundation of Haiti. Llenamos el Taia de útiles escolares, ropa, aletas, máscaras, libros, y cualquier otra cosa que cupiera y pueda mejorar, aunque sólo marginalmente, la vida de la gente de Ile-à-Vache. Veni, vidi, me espanté y horroricé, pero también conocí más íntimamente el espíritu humano. Subsistimos, sobrevivimos, hasta crecemos y nos reproducimos, en todo tipo de condiciones. Aquí nadie pasa hambre ni frío, y la ausencia de miedo a la violencia y a la injusticia entre pares son suficientes para que una comunidad exista indefinidamente. Si pudiera agregar el ingrediente educativo, esta comunidad sería completamente distinta.

Esa es la primera impresión que tuve en mi primer día en Haití.

Segunda Impresión

En el segundo día hicimos una larga caminata por Ile-à-Vache, siempre guiados por Jasmin, atravesando 4 o 5 aldeas y culminando en Madame Bernard, tal vez la aldea más grande de la isla. En Madame Bernard hay un mercado abierto 2 veces por semana. Hoy había mercado.
Remando el bote de Jasmin
Caminata de Caille Coq a Madame Bernard
La caminata de casi 2 horas por un sendero que alternaba entre prado, barro y playa, nos mostró más de la vida en esta isla. Vimos mujeres cargando baldes de agua en la cabeza, gente yendo y viniendo, en su mayoría descalzos, algunos cargando cosas para el mercado, otros sobre burros o motos. En una de las aldeas, ubicada en una hermosa playa, vimos a dos carpinteros trabajando en la construcción de uno de los tradicionales veleros que aun hoy se usan para la pesca y el transporte de pasajeros y mercadería.
Carpintero construyendo el tradicional velero haitiano
Cuando llegamos a Madame Bernard nos recibió una pestilencia desagradable. No es el tradicional olor a basurero, sino el olor a agua estancada mezclada con pescado muerto y humanidad olvidada. En el mercado, con puestitos que estructuralmente apenas superan a una mesa o una simple lona esparcida sobre el fango, se vende un poco de todo para la subsistencia de los locales. Había ropa, nueva y usada, calzado, mucho arroz, polenta, gallinas (de las que caminan solas y también de la variedad que tiene el pescuezo roto), pescado seco, fruta, etc. Mucha gente. Mucha gente descalza. Mucho barro. Perros raquíticos y burros vencidos merodean, algunos atados, otros sueltos. Alrededor del mercado había casuchas de ladrillo y chozas de lona.
Primera vista de Madame Bernard
Entrando a Madame Bernard
Al costado del mundanal y ruidoso mercado, hay un galpón con piso de cemento y decenas de puestitos uniformes, la tradicional estructura para contener un mercado como el que tristemente se monta sobre el fango. Le pregunté a Jasmin por qué ese edificio está vacío. La respuesta parece un chiste de mal gusto. El gobierno, con sabiduría y entendimiento cardinales, construyó esa estructura para que la gente pudiera tener un mercado bajo techo, no afectado por la lluvia. Excelente decisión. Pero, ¿por qué no lo usan? La respuesta es simple: el gobierno impone tarifas a los comerciantes para que lo puedan usar. Los comerciantes obviamente no ven la necesidad de pagar tarifas cuando pueden seguir operando gratis bajo el cielo. [Nota del editor: Otra fuente nos dijo que el gobierno no cobra ninguna tarifa y que la gente simplemente se niega a usar el nuevo espacio construido especialmente con ese propósito.]
Estacionamiento de burros al costado del mercado
Traté de mantener la sonrisa y de mostrarme amigable mientras la tristeza y desilusión me invadían. Pobre gente!

Madame Bernard y su mercado
Nos alejamos del mercado en dirección al orfanato que comenzó y administra la Hermana Flora, una diminuta canadiense de Quebec que lleva más de una veintena de años viviendo en Haití. La conocimos pero lamentablemente ella no habla inglés y nuestro francés es algo más que limitado. Brevemente nos contó, a través de Jasmin, sobre el orfanato, escuela y hospital que día a día, con mucho esfuerzo y dedicación, trata de extirpar la pobreza intelectual de la económica. Admirable mujer.

Releo lo que he escrito y me doy cuenta de lo lúgubre que suena. Por eso siento la necesidad de repetir y enfatizar la aparente felicidad de la gente, la tranquilidad con la que viven. La alimentación y el techo, esas necesidades físicas básicas, las tienen. El amor, tanto de la familia como del resto de la comunidad, también parece estar presente. Son honestos y respetuosos de los demás, como demuestra la manera en la que tratan de hacer plata ofreciendo algo a cambio. Después de la desconfianza inicial en nuestra llegada, hemos empezado a sentirnos más cómodos y la paranoia del principio ha sido reemplazada con amistades superficiales.

Mañana iremos a la escuela de la Good Samaritan Foundation para entregar todas las cosas que trajimos para ellos. Nos van a mostrar la escuela y la tierra que han separado para cultivar frutas y vegetales.

Haití es un país pobre. Su gente es buena. Con un poco de ayuda externa esta gente buena puede educarse y pasar de la subsistencia a una vida más cómoda y sostenible.

25 abril 2016

Travesia a Haiti - Dia 2

Anoche el viento volvio a las 0330 y apagamos el motor. Durante la madrugada y todo el dia nos movimos bien, con viento y olas tranquilos. La Cami leyo todo el dia y el Mati escucho musica (Maroon 5 sin interrupciones). El viento se calmo un poco cuando cayo el sol y ahora estamos avanzando despacio. Por suerte las olas siguen chicas y el rolido no esta incomodo. El unico inconveniente es que el poco viento que hay lo tenemos en la popa; con el foque tangoneado y la mayor abierta completa, cualquier rolido, por mas leve que sea, sacude las velas y la jarcia. Pero bueno, mejor eso que 25 nudos en el hocico :)

El pronostico dice que esta noche se levanta mas viento. De 15 a 20 del noreste. Cuando entre eso nos va a dar un buen empujon.

Si seguimos asi, llegaremos a Ile-A-Vache en Haiti el miercoles a la manana.

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Travesia a Haiti - Dia 1

(Primero que nada, una disculpa por la falta de acentos y enies: Perdon! El cliente de email que estoy usando fue escrito en la decada del 90 y no tiene idea de como codificar caracteres "raros")

Salimos de Puerto Rico esta manana, con buen viento y a buena velocidad. A la tarde el viento desaparecio y el Taia quedo flotando como cascarita de nuez. Prendimos el motor y aqui estoy, de guardia a la medianoche con el motor rugiendo y calentando el aire tropical que ya estaba caliente y humedo. Con un poco de suerte manana a la manana vuelve el viento.

Estoy poniendo nuestra posicion en el mapa mas o menos cada 6 horas. Mirenlon.

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16 abril 2016

Islas Virgenes Españolas y Puerto Rico.

Partimos de St. John una mañana alrededor de las 8 de la mañana. Al principio el viento parecía estar un poco confudido y el indicador de viento del Taia nos informaba que el viento venia de todas las direcciones. Por suerte había poco viento y esta confusión fué solo temporaria. Apenas nos alejamos de St. Thomas el viento se emparejó. Tuvimos una navegación lenta pero placentera.

Llegamos a Culebra alrededor de las 4 pm y enseguida bajamos el chinchorro y nos fuimos a recorrer el pueblo. Al día siguiente, después de hacer aduanas y migraciones, decidimos partir para Culebrita, una isla que el año pasado no pudimos visitar dado a que el anclaje está completamente expuesto hacia el norte y el viento soplaba del norte.

Culebrita es un pequeño paraíso. Tiene una playa preciosa de arena blanca y agua turquesa. En la isla están las ruinas del faro más antiguo de Estados Unidos. La caminata hasta el faro es corta y fácil pero el paisaje es impresionante.

En las piletas naturales de Culebrita.

La playa en Culebrita

El faro antiguo en Culebrita

Nuestra próxima parada fué Vieques, para conocer la Bahía Mosquito. Cada año miles de turistas visitan esta bahía para apreciar la bioluminiscencia. Este fenómeno está causado por unos micro-organismos que, al agitar el agua, brillan. No se puede entrar a motor así que tuvimos que remar bastante. Apenas anocheció empezamos a ver que el agua que los remos movian se tornaban azulados o verdosos. Si movíamos el agua con la mano, al sacar la mano del agua veiamos un montón de puntitos brillantes en la mano que de a poco se iban apagando. Si algún pez se movía rápidamente, también se lo veia azulado. Realmente fué una sensación increíble.

Nuestra siguiente parada fué la marina Puerto del Rey, en Puerto Rico. Teníamos que organizar varias cosas, entre ellas seguro para el barco e impuestos, para las cuales necesitábamos buen acceso a internet. Además queriamos alquilar un auto para pasear y llenar el barco de comida en preparación para nuestro viaje a Haiti y Cuba, donde aprovisionamiento de comida no va a ser tan fácil.

Con Nordic Belle II alquilamos el auto por 3 días. El primer día visitamos las cuevas del Río Camuy y  San Juan. Las cuevas del Río Camuy fueron el gran atractivo para mi. Estas cuevas subterráneas estan llenas de estalactitas y estalagmitas. La parte más grande de la cueva es tan alta como un edificio de 17 pisos. Es impresionante y las fotos no le hacen justicia, como siempre.
El viejo San Juan es hermoso y está muy bien mantenido. Visitamos los fuertes y caminamos por sus callecitas angostas. Por alguna razón el gran atractivo para los chicos fué una plaza llena de palomas que terminaron posando en las manos, brazos y cabeza de toda la tripulación.
El siguiente paseo fué visitar el Parque Nacional del Yunque. Fuimos al faro y caminamos hasta llegar a una cascada. El lugar, a pesar de ser temporada baja, estaba lleno de turistas!

Las cuevas del Río Camuy




Las callecitas del viejo San Juan

La Cami en el fuerte San Felipe del Morro.

El cementerio del fuerte San Felipe del Morro.

La tripulación infantil de Taia y Nordic Belle II

Palomas! Lo mejor de San Juan, según los chicos




En una cascadita al costado del camino en el Yunque

El faro, el Yunque.

Vista desde el faro, el Yunque


Subiendo los 98 escalones del faro...

Turistas por todos lados!