11 mayo 2016

Misiva para El Che

Querido Che,

Hoy te escribo desde tu querida Cuba. Más específicamente desde Punta Gorda, cerca de la salida al mar de la bahía santiaguera. Vine aquí en mi propio barco junto con mi familia. Hemos estado viajando en barco desde hace ya casi 3 años y Cuba siempre fue uno de los destinos que quería visitar.

Desde mi punto de vista, las cosas en Cuba son complicadas. Tal vez te sorprenda saber que tuve que pagar casi US$400 sólo para entrar al país. Eso debe haber sido una barbaridad de plata en la década del 60, y, hoy en día –particularmente si tienen que salir de mi propio bolsillo– también es una barbaridad de plata. He visitado unos 20 países del Caribe y el Atlántico en los últimos 3 años. Cuba es el único que me ha cobrado tanto para entrar.

Para agregar a la complejidad de visitar Cuba, te cuento que el gobierno de Fidel –quien este año cumple 90 años– no me permite mover el barco libremente. Tengo que llenar formularios y pedir permiso cada vez que me quiero mover. Y sólo puedo ir a algunos lugares. Las reglas dicen que sólo puedo llevar el barco adonde hay marinas (hay tan sólo un puñado de ellas en todo el país). Estoy obligado a ir de marina en marina y pagar el precio correspondiente, incluso si la marina no tiene una amarra para mi y me veo obligado a anclar. La razón de esto es que el gobierno teme que yo albergue a algún cubano en mi barco y lo ayude a escaparse de Cuba.

Los cubanos tienen terminantemente prohibido acercarse a mi barco. Las marinas son una especie de jaula para mantener la separación entre cubanos y extranjeros. ¿Sabés qué hacen algunos cubanos? Se pasan el día afuera de la marina, esperando que salga algún extranjero con un puñado de dólares en la mano y les compre algo o contrate algún servicio. Estos no son traidores a la Revolución, Che. Estos son cubanos con hambre de progreso. Son cubanos trabajadores que saben de la libertad que reina en el resto del mundo. Sí, los países capitalistas –algunos imperialistas, la mayoría no tanto– garantizan y disfrutan libertades que muchos cubanos envidian y desean. No los fusiles, Che.

Creo que la infraestructura en Santiago de Cuba no ha cambiado mucho desde que estuviste por aquí, fusil en mano, en el 60. Los mismos edificios siguen en pie, albergando hogares, algunos comercios, muchas oficinas de distintas dependencias del gobierno, museos, etc. La ciudad es tan bella como amistosos son los santiagueros. En los últimos años se ha puesto mucho esfuerzo en embellecer los antiguos edificios. Hay mucho mérito ahí, ya que lo han hecho con recursos ínfimos. (Tras la caída de la Cortina de Hierro en 1989, Cuba y la Revolución se encontraron en serios aprietos económicos).

¿Te acordás de los autos americanos que transitaban las calles cubanas en la década del 60? Todavía están! Sí, los mismos! Han sido arreglados, adaptados, parchados, modificados, mantenidos en funcionamiento con la sola resiliencia del espíritu cubano y los escasos materiales que se encuentran disponibles en la isla. Edy, un cubano correcto y respetuoso, me llevó desde Punta Gorda hasta Santiago en su Chevrolet de 1951. Me contó orgulloso que el motor y la transmisión fueron rescatados de algún camioncito Mitsubishi, al igual que la dirección y otras partes. En un mundo en el que pocos conciben un auto sin aire acondicionado y nadie aceptaría un auto sin algún tipo de ventilación en la cabina, Edy se las arregló para encontrar un ventilador pequeño de 12 voltios y montarlo sobre el tablero. Los vidrios originales, hace mucho entregados a la rotura, fueron reemplazados con vidrios que alguien cortó a forma y medida usando un cortavidrio de mano.

En Santiago hay gente por todos lados. Es realmente una ciudad activa. (¿Vendían churros rellenos con leche condensada cuando viniste?) Aunque están bien acostumbrados a ver turistas, la mayoría de los locales exhibe algún deslumbramiento con la sola visión de un extranjero. Parece que olieran en nosotros el desarrollo material que tanto añoran. Muchos se acercan a saludar, se presentan, me dan la mano con la calidez que los caracteriza, y me preguntan, en inglés, de dónde soy. Cuando les digo que soy argentino y me llamo Ernesto, más de uno se sonríe con complicidad. Me han apodado Ernesto Guevara de la Serna y también me han apodado boludo cuando jocosamente les dije que son jodidos para negociar los cubanos. Son gente buena. Todos necesitan algo, y lo piden con dignidad. Ofrecen a cambio todo tipo de servicios, ron o tabaco. La mayoría no pide limosna, pide ayuda material y ofrece a cambio amistad y calidez. En eso son completamente distintos a la gente de otras islas caribeñas.

En el Parque Céspedes, el corazón de Santiago, conocí a César. Se me acercó con la mano extendida y me habló en inglés. Le contesté en castellano y entablamos una conversación sobre los lugares para visitar en Santiago. Me ofreció su servicio de guía, el cual decliné y agradecí profusamente. César me recomendó un paladar (¿existían estos restaurantes familiares en tu época?) y me pidió encarecidamente que si almorzaba ahí, les dijera quién me lo había recomendado. Mientras almorzaba con familia y amigos en ese paladar, apareció César con su sonrisa y su mano extendida otra vez. Me agradeció que hubiera ido a almorzar ahí. ¿Sabés por qué me agradeció? Porque Katya, la dueña del paladar, le da una botella de aceite como pago por haber mandado clientes. César, padre de trillizos, otro cubano trabajador, como los que tanto te gustan a vos, no puede comprar aceite. No sé si no puede porque no hay o porque no le alcanza. No lo fusiles, Che. Él no te traiciona, él sobrevive.

Mañana voy a ir a visitar el Cuartel Moncada. Como bien sabés, Fidel lo atacó el 26/Julio/1953 y terminó preso político de Batista. Me imagino que Batista se arrepintió de haberle dado una amnistía en lugar de dejarlo preso por los 15 años a los que fue sentenciado. Ahora en el Moncada funciona un museo especializado en los años anteriores a la Revolución. El tema me fascina. Ya te contaré lo que vi, aunque es historia que debes conocer bien.

Estoy convencido de que Cuba no es lo que soñaste, Che. El comunismo fracasó, la Revolución fracasó. La China comunista de hoy en día es la peor faceta del capitalismo. Korea del Norte es el último chiste comunista de mal gusto. Marx, Engels, Lenin, Mao, Fidel, ninguno pudo implementar el comunismo que idearon y soñaron. Yo creo que no pudieron porque en el fondo el ser humano no lo desea, aunque diga creer lo contrario. También creo que el socialismo sí funciona. Las sociedades pueden encontrar el equilibrio entre el mercado libre y la justicia social; después de todo no son conceptos mutuamente excluyentes sino ortogonales.

La historia, lejos de haber reivindicado tu esfuerzo, se ríe de vos con ironía. Me pregunto si, de estar vivo aun, como tu amigo Fidel, mantendrías la entereza que te caracterizó y reconocerías lo utópico de tu lucha y la hipocresía de la Revolución. Yo quiero pensar que sí, que aceptarías el error de tus métodos y lo equivocado de parte de tu doctrina, porque todavía guardo admiración por la nobleza de tu sueño y tu persona, y comparto con vos la reacción iracunda hacia la injusticia en la que el ser humano cae una y otra vez, incapaz de aprender de sus propios errores.

Te mando un fuerte abrazo, tocayo.

2 comentarios:

  1. Excelente hijo!!!! Te felicito por la claridad y respeto de tus pensamientos. Dios quiera que varios que siguen pensando en las bondades del regimen te lean. Un abrazo

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  2. Excelente hijo!!!! Te felicito por la claridad y respeto de tus pensamientos. Dios quiera que varios que siguen pensando en las bondades del regimen te lean. Un abrazo

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