28 febrero 2014

Otro boludo...

Para bien o para mal, la mayoría de los chinchorros que se ven dando vueltas son gomones con casco de fibra de vidrio. Algunos, los más caros, tienen el casco de aluminio. Nuestro gomón, muy pituco y accesible, está en el conjunto de aquellos cuyo casco es de fibra de vidrio. Noten que digo accesible, no barato; no quisiera ofender a nuestro vehículo familiar tachándolo de barato.

La desventaja más grande que tienen los gomones es que sufren de una misteriosa susceptibilidad al pinchazo. A veces los pinchazos son fáciles de parchar, otras veces el arreglo es prácticamente imposible. Esta misteriosa susceptibilidad es la que reina en el consciente colectivo cuando nos acercamos a una playa, a otro barco, a un dock... en definitiva la tarea de prevenir el pinchazo es un esfuerzo constante.

Otra característica de los chinchorros es que en su mayoría tienen un motor fuera de borda. Y los motores fuera de borda, como todo cuerpo metálico que se sumerge en agua, particularmente agua salada, sufren de corrosión galvánica. Este tipo de corrosión hace que los metales se empiecen a desgranar, como si estuvieran hechos de arena compacta. Obviamente hay que ocuparse de que la corrosión no haga del motor un esqueleto frágil y escuálido. Una manera fácil de proteger el motor es levantarlo de manera que quede fuera del agua cuando no se lo está usando.

Ahora imaginen un dock lleno de gomones amarrados. A veces llegar a un dock así es una maniobra complicada; hay que llegar despacio y hacerse un lugar entre gomones para llegar al dock, o simplemente saltar de gomón en gomón con el cabo en la mano y amarrarse.

Qué pasa cuando un boludo decide proteger su propio motor y lo levanta, dejando la pata del motor y su hélice elevadas de manera que quedan justo a la altura de los otros gomones?

El motor del boludo este no sufrirá de corrosión galváncia. Pero los gomones de su prójimo, todos nosotros gente de bien y siempre listos para cantar Kumbaya mientras bailamos abrazados, sufrirán de hélices o puntas de patas de motor hincándose de manera agresiva en su fina piel. El boludo este, al proteger de manera egoísta su motor, hace daño al prójimo que no hace más que amarlo incondicionalmente (aunque a veces el prójimo lo puede llegar a tildar de boludo).

Mi reacción al acercarme a un dock y ver que algún boludo levantó su motor, es una de comprensión y paciencia hacia el susodicho boludo. Me limito a sonreir sardónicamente y a esquivar el motor del boludo para que no dañe mi gomón. Después agradezco a Gaia y al destino por todo lo que me han dado y continúo mi día como si nada hubiera pasado. Nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia, haría algún comentario denigrante hacia el boludo, boludón, boludazo, que solo piensa en si mismo y no tiene respeto por el prójimo.

Mi hijo Matias, sin embargo, algo limitado de paciencia a sus escasos 5 años, tiene reacciones menos controladas y estudiadas, menos sofisticadas. La semana pasada, acercándonos a un dock en Marsh Harbour en el que un boludo total había dejado su motor levantado, el Mati hizo un comentario que nos llamó la atención un poco:

"Otro boludo dejó el motor levantado."

Tienen que imaginarlo al Mati diciendo eso, con su acento agringado pero usando un perfecto vocabulario argentino. Realmente no se me ocurre a dónde habrá aprendido esa expresión!
"Dale boludo, levantá el motor y te pincho el gomón con este palo."

18 febrero 2014

Chinchorros a la Deriva y Feria

La semana pasada tuvimos un par de días llenos de eventos sociales. Empezamos el fin de semana con un dinghy drift (chinchorros a la deriva) el viernes a la tarde, y el sábado a la mañana tuvimos la feria anual del Man-O-War Primary School, el colegio al que están yendo los chicos acá en Man-O-War. El domingo íbamos a participar del servicio religioso con todos los locales, pero sentimos que ya habíamos participado suficiente de las actividades de la comunidad y elegimos quedarnos a pasar una mañana tranquila en el barco para luego ir a pasar el día a la playa.

El viernes a la tarde estaba paseando en kayak por la bahía y me encontré con un grupo de 4 o 5 chinchorros que se estaban amarrando los unos a los otros en un extremo de la bahía. Cuando me acerqué a saludar me dijeron que se estaban juntando para compartir comida y bebida. Me invitaron a participar del evento sin pestañar. Eso es algo que disfrutamos mucho de la gente que, como nosotros, viajan por el mar con su casa a cuestas. Se establecen amistades instantáneas y se comparten sonrisas como un acto reflejo.
Los primeros participantes del dinghy drift
Esa noche estábamos invitados a compartir la puesta del sol en el Don Quixote, un catamarán canadiense que se había fondeado al lado nuestro la noche anterior. Raudamente remé hacia el catamarán y anuncié que había un dinghy drift en marcha, y pregunté si no querían ir. Vicki, Debbie, y Art, la tripulación del Don Quixote, prepararon rápidamente algo de comer y algo para tomar. Mientras tanto yo volví al Taia, cancelé las duchas de los chicos, la arranqué a la Nati de su libro, e invité a todos al dinghy drift. Llevamos jugo, cerveza y chicitos.
La tripulación del Taia estuvo presente en el dinghy drift
Para cuando llegamos a esa isla flotante de chinchorros ya habían 15 embarcaciones a la deriva, con 50 o 60 personas compartiendo comida, bebida, charla y risa. El viento nos sopló hacia el otro extremo de la bahía. Se respetó la tradición de dar las buenas noches al sol usando una caracola como corneta (caracola o concha, aunque según la omnisapiente internet, concha tiene connotaciones sexuales en algunos países de habla hispana).

La Cami y el Mati eran los únicos niños en la reunión, pero no por eso se quedaron quietos y callados en un rincón. Se han acostumbrado a estar entre adultos, la mayoría de los cuales tienen edad para ser sus abuelos. Participaron de la conversación y las canciones como uno más de los grandes. Realmente han adquirido una soltura social que hace unos meses no tenían.
Arreglando las hamacas del colegio
El sábado a la mañana fue la feria anual del colegio primario al que están yendo los chicos. Es el evento anual más importante de la isla y todas las familias locales participan en alguna capacidad. Hay sorteos, comida, venta de todo tipo de cosas, y viene gente de todas las islas de alrededor. Los fondos que recaudan van directamente al colegio, que a pesar de ser público no dispone de un presupuesto muy extenso (o tal vez porque es público tiene un presupuesto limitado). Este fin de semana se recaudaron US$27,000, que, según nos dicen, es más o menos lo que recaudan todos los años.

Con Ms. Forbes, la maestra del cole
Nosotros ofrecimos nuestra ayuda para lo que hiciera falta. Nos asignaron al castillo inflable, a donde los chicos podían meterse a saltar durante 5 minutos por $2. Fue... interesante. Cuidar y arriar chicos, especialmente cuando son ajenos, es mi actividad favorita. Pero ayudamos a recaudar plata para el cole y participamos de un evento importante para la comunidad local; eso estuvo bueno y seguro nos enriqueció de alguna manera.
El castillo inflable con dos de sus clientes

10 febrero 2014

Polaroid de Rutina Ordinaria

Bajamos por el callejón que es el Pequeño Banco de Bahamas y llegamos a donde estaba Hold Fast, nuestros amigos que nos recomendaron visitar Man-O-War. Por suerte nadie vomitó ni ron ni ninguna otra cosa, y las paredes quedaron limpias como vinieron.
The Queen's Highway en Man-O-War y su tráfico ensordecedor. La isla tiene 300 habitantes!
El sol nos cae bien a todos, nos protegemos con remeras y mucho bronceador, aunque todavía es invierno y el sol está relativamente acostado hacia el sur. La verdad que a veces me cuesta creer que esta es mi vida, pero eso está ok, de a poco me estoy acostumbrando a que todo esto es la nueva realidad que tanto soñé.
Otra calle tapada por tráfico
En Man-O-War tenemos una rutina cómoda y una vida fácil. Nos levantamos temprano para desayunar con los chicos, llevamos los chicos al colegio, al mediodía vamos a almorzar con ellos en el patio del colegio, y a las 3 de la tarde los vamos a buscar otra vez.

Mientras los chicos absorben cultura y academia, Nati y yo hacemos un poco de todo. Aprovechamos para hacer trabajos en el barco, tachando ítems de una lista que parece no tener fin. Por cada tarea que tachamos, agregamos una o dos porque hacen falta o porque podrían hacer la vida más simple.

Limpiando conchas en cubierta
A diario escucho el análisis de los sistemas climáticos que afectan a esta zona. Estoy aprendiendo un poco del tema para poder empezar a hacer mi propio análisis basado en observaciones que puedo obtener por radio de alta frecuencia.

Fauna local
En general cuando volvemos de dejar a los chicos en el colegio llenamos 2 bolsas negras con unos 30 litros de agua dulce. Las bolsas se quedan sobre cubierta todo el día, absorbiendo los rayos del sol y calentando el agua. Al anochecer los 4 nos duchamos con el agua que está en las bolsas. El sistema no es de lo más conveniente y ya tengo planeado cómo lo voy a mejorar. De hecho, ayer caminando por la playa encontré un canasto que trajo la marea, ideal para contener las dos bolsas y darles su propio espacio en cubierta mientras estamos anclados. Voy a conectar mangueras a las bolsas de manera que sea más fácil usarlas adentro del baño del barco.
Sacándose la sal con agua de lluvia que juntamos en el botecito inflable
Cuando el sol raja la tierra al mediodía y los paneles solares ya han recargado en las baterías nuestro consumo diario de electricidad, prendemos el desalinizador. Este fantástico aparato nos permite hacer agua potable sacándole la sal al agua de mar que nos rodea. Pero hace 20 litros/hora y consume entre 20 y 25 Ah para hacerlos. Es bastante consumo de electricidad, por eso lo usamos cuando los paneles solares ya han recargado las baterías y están produciendo en abundancia.
Snorkeling en el Atlántico
Si llueve mucho aprovecho para limpiar la cubierta  y después de que queda limpia abro las tapas de los tanques de agua. El agua de lluvia es gratis y no requiere mucho más trabajo que eso. De vez en cuando, después de juntar agua de lluvia, tiramos un chorro de lavandina en cada tanque para matar cualquier bicho que se haya metido.
Picnic de fin de semana
Por suerte no hemos tenido muchos días nublados, pero cuando los hay y los paneles no recargan bien las baterías y no hay agua caliente en las bolsas, prendemos una máquina del demonio que usa diesel para generar corriente alterna. Esa corriente alterna carga las baterías y nos permite prender el termotanque para calentar agua. También podemos hacer agua con el desalinizador sin preocuparnos mucho por el consumo de energía.
El Mar de Abaco a la izquierda, el Océano Atlántico a la derecha
Realmente pasamos bastante tiempo manteniendo comodidades básicas. Esta vida no es ardua, es más bien simple, pero requiere un poco de dedicación y trabajo. Y el tiempo libre, del cual tenemos menos de lo que esperábamos, lo pasamos leyendo, nadando, andando en kayak, caminando por la playa, charlando.

Los chicos están disfrutando mucho el colegio. A ninguno de los dos se le ocurre la idea de no ir. Igual los padres no les darían bola si pidieran, pero es bueno no tener que arriarlos para que vayan. Lo hacen con placer.

Hay estrellas de mar por todos lados
Hoy se me acercó una mujer en la calle. Me dijo que es voluntaria en el colegio; ella va periódicamente y lee con los chicos, ayudándolos a interpretar los cuentos, sacar conclusiones, identificar moralejas. Después de explicarme eso me dijo que mis hijos son divinos, que Matias lee muy bien y Camila siempre participa contestando preguntas y comentando lo leido. Agregó que los dos ayudan mucho a mantener las conversaciones divertidas para todo el grupo.
Playa del lado del Mar de Abaco
Mi orgullo no es poco. A veces parece que el trabajo relacionado con los chicos es interminable, la carga más pesada que tengo en mi vida. Pero la recompensa es fácilmente visible. Ya son varias las veces que un desconocido nos ha hablado maravillas de los chicos. La conclusión obvia que sacamos es que los chicos pasan demasiado tiempo con desconocidos... No, eso no parece la conclusión obvia. Más bien elijo concluir que algo estamos haciendo bien con la manera en la que educamos a los chicos.
Remoclando el kayak cargado de ganado
Los dos están mucho más sueltos, son sorprendemente maduros para sus edades, tienen mentes abiertas y no cargan miedos, particularmente no son temerosos de personas completamente distintas a ellos. Eso también me llena de orgullo.

Y además de todo eso, se preocupan por el medio ambiente. Ayer hicimos una caminata por la playa juntando pedazos de plástico que las olas trajeron, la resaca de la humanidad que tanto daño está causando a los océanos. Llenamos una bolsa grande de basura con todo tipo de pedazos de plástico.

Esa es nuestra rutina y algunas observaciones de la vida que llevamos. A finales de febrero seguiremos navegando hacia el sur, hacia las Exumas, a donde dicen las aguas son aun más cristalinas y la vida submarina más rica y frondosa.

01 febrero 2014

Llegamos!

Llegamos a las Bahamas! Después de tanto planear, pensar y desear, parece mentira que ya estamos acá. Estamos todos felices!

El cruce hasta las Bahamas fué increible. Esperar en West Palm Beach, Florida, hasta que el clima estuviera bueno fué a veces frustrante pero valió la pena. Elegimos el día perfectemente. Hubo poco viento, de 5 a 10 nudos, con muy pocas olas. Esto hizo que el cruce fuera muy placentero y nadie se mareara. Con el Er levantamos el ancla a las 5.30 am del domingo 26 de enero y salimos al Atlántico, mientras el Mati y la Cami dormian placenteramente. A 3 millas de la costa, empezamos a cruzar la Corriente del Golfo y el agua se puso unos 5 grados más caliente. Unas millas más tarde, empezó a amanecer. Realmente fué un espectáculo hermoso! Ver al sol asomarse por el horizonte, rodeado de agua, es increible.

Cruzando el la Corriente del Golfo.

No vimos mucho tráfico. Sólo algunos barcos enormes a la distancia. Nadie nos pasó cerca.

Tomamos mate. Desayunamos.  Almorzamos. Charlamos. Sacamos muchas fotos. En algún momento, aún cerca de la costa de Florida, el detector de produndidad llegó a su límite de profundidad (172 metros) y dejó de avisarnos cuánta agua habia.  Alrededor de las 3 de la tarde llegamos al Pequeño Banco de Bahama. El agua se puso turquesa, y empezamos a ver entre 3 y 4.5 metros de agua. Es difícil describir lo que sentimos en ese momento. Estábamos todos hiponitzados! No dejábamos de mirar el color del agua y el fondo de arena. Aunque no había mucho viento, apagamos el motor y disfrutamos de navegar solo a vela por unas horas. Fué un placer absoluto. Bajamos finalmente la bandera de EEUU y pusimos la bandera amarilla de cuarentena, que tenemos que tener hasta que el barco y la tripulación hayan entrado oficalmente a las Bahamas (es decir, que hayamos hecho migraciones y aduana).

En el banco de arenas de las Bahamas, poniendo la bandera amarilla de cuarentena.
A las 7 pm llegamos al Cayo Mangrove, una isla pequeña deshabitada y allí tiramos el ancla para pasar la noche.

A las 4.30 de la mañana siguiente, el Er y yo volvimos a amanecer con rumbo a Green Turtle, una isla un poco más grande donde hicimos migraciones. Fué otro día espectacular, con mucho sol y menos viento que el día anterior. Otro día de llenarnos el alma mirando el paisaje. La tripulación se tomaba turnos para ir a la proa y simplemente mirar el agua y el fondo: ver arena, plantas, corales y algún pez que salía nadando rápidamente fuera de nuestro camino. Es impresionante, realmente.

Amanecer en el Pequeño Banco de Bahamas.

Alrededor de las 4 de la tarde llegamos a Green Turtle y nos anclamos. O al menos tratamos. Tuvimos que levantar y tirar el ancla al menos 4 veces para que quedara agarrada bien en el fondo de pasto arena dura. Al final el ancla quedó apenas agarrada al fondo.
El ancla apenas apoyado en el fondo frente a Cayo Green Turtle
A la mañana del martes empezamos a preparar todo para hacer migraciones: bajar el chinchorro de cubierta, bajar el motor, preparar pasaportes y papeles del barco. Las reglas dicen que sólo el capitán del barco puede bajarse a hacer migraciones mientras el barco está en cuarentena. Así que el Er se vistió con su mejor ropa y se fué a la oficina del gobierno mientras los chicos y yo hacíamos cole. El trámite sólo duró un poco más de una hora y al regreso todos nos tiramos al agua.

El Er cambiadito y listo para ir a hacer el trámite de migraciones en Green Turtle.

Mientras estábamos anclados en Green Turtle, nadamos y habia varias estrellas de mar abajo del barco.

Sacando la bandera amarilla y poniendo la bandera de las Bahamas.

Cerca del mediodía, empezamos la travesia hasta Man-O-War, el cayo donde nos quedaremos por un mes, mientras los chicos van al cole.

Al llegar a Man-O-War, nos encontramos con nuestros amigos Myron y Dena, que salieron en chinchorro a recibirnos y guiarnos hasta la bahía en la que nos fondeamos. La entrada a la bahía es un poco complicada por falta de agua pero con la ayuda de ellos, Taia no tocó el fondo y nos fondeamos felizmente.

Cuando todo estuvo listo, bajamos nuevamente el chinchorro de cubierta y el motor, y nos fuimos a pasear a la ciudad. Man-O-War es una isla muy chiquita, con aproximadamente 500 habitantes. Es un lugar muy pintoresco, con sus calles angostas y autitos de golf en lugar de autos.

A la mañana siguiente nos levantamos tempranito y fuimos al cole de los chicos. La directora y las maestras nos recibieron muy bien y enseguida empezaron a preparar el escritorio para los chicos. Hay una sola maestra, responsable de primero, segundo y tercer grado. Los 13 alumnos comparten el aula. Los chicos están felices! Y los grandes también! Es un lindo recreo para nosotros y una experiencia invalorable para los chicos.
Tierra a la vista!

Los chicos al frente de la escuela.