01 febrero 2014

Llegamos!

Llegamos a las Bahamas! Después de tanto planear, pensar y desear, parece mentira que ya estamos acá. Estamos todos felices!

El cruce hasta las Bahamas fué increible. Esperar en West Palm Beach, Florida, hasta que el clima estuviera bueno fué a veces frustrante pero valió la pena. Elegimos el día perfectemente. Hubo poco viento, de 5 a 10 nudos, con muy pocas olas. Esto hizo que el cruce fuera muy placentero y nadie se mareara. Con el Er levantamos el ancla a las 5.30 am del domingo 26 de enero y salimos al Atlántico, mientras el Mati y la Cami dormian placenteramente. A 3 millas de la costa, empezamos a cruzar la Corriente del Golfo y el agua se puso unos 5 grados más caliente. Unas millas más tarde, empezó a amanecer. Realmente fué un espectáculo hermoso! Ver al sol asomarse por el horizonte, rodeado de agua, es increible.

Cruzando el la Corriente del Golfo.

No vimos mucho tráfico. Sólo algunos barcos enormes a la distancia. Nadie nos pasó cerca.

Tomamos mate. Desayunamos.  Almorzamos. Charlamos. Sacamos muchas fotos. En algún momento, aún cerca de la costa de Florida, el detector de produndidad llegó a su límite de profundidad (172 metros) y dejó de avisarnos cuánta agua habia.  Alrededor de las 3 de la tarde llegamos al Pequeño Banco de Bahama. El agua se puso turquesa, y empezamos a ver entre 3 y 4.5 metros de agua. Es difícil describir lo que sentimos en ese momento. Estábamos todos hiponitzados! No dejábamos de mirar el color del agua y el fondo de arena. Aunque no había mucho viento, apagamos el motor y disfrutamos de navegar solo a vela por unas horas. Fué un placer absoluto. Bajamos finalmente la bandera de EEUU y pusimos la bandera amarilla de cuarentena, que tenemos que tener hasta que el barco y la tripulación hayan entrado oficalmente a las Bahamas (es decir, que hayamos hecho migraciones y aduana).

En el banco de arenas de las Bahamas, poniendo la bandera amarilla de cuarentena.
A las 7 pm llegamos al Cayo Mangrove, una isla pequeña deshabitada y allí tiramos el ancla para pasar la noche.

A las 4.30 de la mañana siguiente, el Er y yo volvimos a amanecer con rumbo a Green Turtle, una isla un poco más grande donde hicimos migraciones. Fué otro día espectacular, con mucho sol y menos viento que el día anterior. Otro día de llenarnos el alma mirando el paisaje. La tripulación se tomaba turnos para ir a la proa y simplemente mirar el agua y el fondo: ver arena, plantas, corales y algún pez que salía nadando rápidamente fuera de nuestro camino. Es impresionante, realmente.

Amanecer en el Pequeño Banco de Bahamas.

Alrededor de las 4 de la tarde llegamos a Green Turtle y nos anclamos. O al menos tratamos. Tuvimos que levantar y tirar el ancla al menos 4 veces para que quedara agarrada bien en el fondo de pasto arena dura. Al final el ancla quedó apenas agarrada al fondo.
El ancla apenas apoyado en el fondo frente a Cayo Green Turtle
A la mañana del martes empezamos a preparar todo para hacer migraciones: bajar el chinchorro de cubierta, bajar el motor, preparar pasaportes y papeles del barco. Las reglas dicen que sólo el capitán del barco puede bajarse a hacer migraciones mientras el barco está en cuarentena. Así que el Er se vistió con su mejor ropa y se fué a la oficina del gobierno mientras los chicos y yo hacíamos cole. El trámite sólo duró un poco más de una hora y al regreso todos nos tiramos al agua.

El Er cambiadito y listo para ir a hacer el trámite de migraciones en Green Turtle.

Mientras estábamos anclados en Green Turtle, nadamos y habia varias estrellas de mar abajo del barco.

Sacando la bandera amarilla y poniendo la bandera de las Bahamas.

Cerca del mediodía, empezamos la travesia hasta Man-O-War, el cayo donde nos quedaremos por un mes, mientras los chicos van al cole.

Al llegar a Man-O-War, nos encontramos con nuestros amigos Myron y Dena, que salieron en chinchorro a recibirnos y guiarnos hasta la bahía en la que nos fondeamos. La entrada a la bahía es un poco complicada por falta de agua pero con la ayuda de ellos, Taia no tocó el fondo y nos fondeamos felizmente.

Cuando todo estuvo listo, bajamos nuevamente el chinchorro de cubierta y el motor, y nos fuimos a pasear a la ciudad. Man-O-War es una isla muy chiquita, con aproximadamente 500 habitantes. Es un lugar muy pintoresco, con sus calles angostas y autitos de golf en lugar de autos.

A la mañana siguiente nos levantamos tempranito y fuimos al cole de los chicos. La directora y las maestras nos recibieron muy bien y enseguida empezaron a preparar el escritorio para los chicos. Hay una sola maestra, responsable de primero, segundo y tercer grado. Los 13 alumnos comparten el aula. Los chicos están felices! Y los grandes también! Es un lindo recreo para nosotros y una experiencia invalorable para los chicos.
Tierra a la vista!

Los chicos al frente de la escuela.

4 comentarios:

  1. aay!!!nati...amiga de mi infancia...a quien atesoro en lo mas profundo de mi corazon...se me pone la piel de gallina al leerte y juro que me emociono...quien hubiera dicho que pasarias por esta experiencia!creo que jamas se nos hubiera ocurrido soñar tanto en aquellas tardes en el sotano de tu casa cuando jugabamos a ser maestras...!te mando un beso enorme y un deseo desde el alma de que sigan escribiendo este hermoso cuento!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Meli por estas palabras tan lindas! Cuántos recuerdos que tengo con vos jugando a las maestras!

      Estamos muy contentos, disfrutando mucho todo!

      Te mando un beso grande.

      Borrar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  3. Muchas gracias, Gordo! Estamos los 4 muy contentos con esta vida. La joda va a ser cuando tengamos que volver a la realidad... :)

    ResponderBorrar