13 mayo 2014

EN ABLANDE

Los últimos 8 días hemos estado cómodamente anclados frente a George Town. Con la temporada en sus últimos estertores, la bahía parece desierta, a pesar de haber unos 50 barcos. Ha sido un descanso que no buscamos, pero el clima y el nuevo motor nos obligaron a tomarlo.
Hay una mamá tortuga y 2 de sus bebés que nadan alrededor del barco todos los días
El barco vino con un fuera de borda de 6 caballos que para 2 personas es suficiente. Pero nosotros somos 4, y cuando vamos de paseo el chinchorro se llena de máscaras, aletas, snorkels, bolso, bolsito, bolsón, mate, y solo faltan la abuela y sus mascotas. Con tanto peso en el chinchorro, el pobre motor hacía mucho ruido y producía tanto empuje como un estornudo de bebé.

Con el presupuesto ofendido por el gasto no planeado, compramos un motor de mayor potencia. Y no fue solo el presupuesto quien se ofendió, el medio ambiente también nos perdió respeto. El motor es de 2 tiempos; quema nafta y aceite, y la combustión que hace es más nociva que la de un motor de 4 tiempos. Siempre tratamos de sembrar karma positivo con el medio ambiente, pero esta vez sacrificamos un poco de nuestra redención en pos de un motor más liviano.

Y por qué es tan importante que el motor sea más liviano? Imaginen esto: soplan entre 15 y 20 nudos de viento, la ensenada se agita con olas de 30 a 40 cm, el barco se mueve con menos placidez que violencia, y hay que sacar el motor del chinchorro para colocarlo en su posición de viaje en el balcón de popa. Hay que subir el motor desde el nivel del agua a la cubierta, 1 complicado metro y 50 irritantes centímetros para arriba.

Mientras el chinchorro baila una mezcla de champeta con reggaetón, yo trato de mantener el equilibrio para aflojar los bulones que lo mantienen fijo al espejo de popa. La Nati, haciendo equilibrio sobre cubierta, me pasa un grillete conectado a un aparejo que tiene 3 reducciones; el aparejo está hecho firme al arco, casi 3 metros arriba mío. Engancho el grillete en la brida del motor mientras las olas siguen batiendo todos estos sólidos que aprietan dedos, cortan piel, rompen huesos. Una vez enganchado, me subo a cubierta y entre los dos izamos el motor, tratando de evitar que suba rozando y rayando fibra de vidrio, y luego tratando de evitar que concluya su trayecto vertical apoyandose sobre uno de 4 pies danzantes.

Hemos hecho esa maniobra, de ida y de vuelta, en todo tipo de condiciones. Cuando está calmo una persona lo puede hacer bien. Pero cuando hay viento y olas es menos que ideal, degenerando en peligroso cuando el viento y las olas están particularmente excitados.

El motor que compramos, de 2 tiempos, pesa 36 kg. Un motor de igual potencia pero de 4 tiempos, menos nocivo para el medio ambiente, pesa 52 kg. Lo siento mucho por el medio ambiente. Prefiero arruinar un poco más la calidad del aire que respiro pero proteger mis extremidades mientras subo y bajo el motor.

Se acuerdan cuando los autos nuevos necesitaban ser ablandados? “En ablande”, decía el cartel que el orgulloso dueño del nuevo vehículo ponía en la luneta trasera. Por suerte la industria automotriz mejoró la tecnología (o los procesos?), y ya no es necesario ablandar los motores. Pero los motores fuera de borda todavía requieren el proceso de ablande. Y eso hemos estado haciendo mientras el viento ha soplado sin parar. Por suerte estamos bien anclados y protegidos, con una playa larga, blanca y tranquila a escasos 100 metros del barco.
Ya hemos nadado con este delfín varias veces. Cada encuentro es mágico!
Y como si eso fuera poco, conocimos a otros dos barcos con niños a bordo. Viatori, canadienses, y Horizon, argentinos. Entre días de pesca, playa, nadar con un delfín que disfruta de la compañía humana, grandes y chicos la pasan bien con todo tipo de actividades sociales.
Horizon y Taia jugando en la playa
Horizon, Viatori y Taia compartiendo mate y sol
Con el motor casi al final de su período de ablande y esta ola tropical que trajo tanto viento siguiendo su trayecto hacia el norte, estamos planeando nuestra retirada de George Town. En pocos días las velas volverán al trabajo. Tenemos que navegar 600 millas para volver a Jacksonville, y queremos hacerlo antes de Julio.

04 mayo 2014

Paraiso y buena compañia

Después de unos días en George Town decidimos ir hacia el sur para visitar las islas Jumentos y las Raggeds. Este conjunto de pequeñas islas deshabitadas es un paraiso. Pasamos unos días espectaculares rodeados de naturaleza pura y buena compañia.

Afortunadamente, la tripulación de Shambala decidió ir con nosotros a las Jumentos y las Raggeds. Hasta ahora nosotros siempre habiamos navegado solos y la idea de navegar con otro barco nos llamó la atención enseguida. Sobretodo cuando en el otro barco viajan chicos de la misma edad de los nuestros!

Así partimos hacia Long Island, donde paramos dos noches, fuimos a la playa, y comimos unas ricas hamburguesas en un restaurant. Después partimos hacia Water Cay, un lugar paradisíaco donde no hay nada más que vida salvaje. Esa misma noche empezamos una tradición con Shambala de cenar todos juntos a bordo de Taia. Los grandes en el cockpit y los chicos en el salón, donde jugaban o miraban alguna peli. A la mañana siguiente nos despertamos con una calma total y el agua que parecía un espejo. Después de tomar una decisión unánime de que los chicos de ambos barcos se merecían unas vacaciones en el cole (los cuatro están muy avanzados) nos fuimos todos investigar un agujero azul y después a snorkel. El arrecife era muy bonito y muy colorido. Lo más importante para nosotros es que acá el Er por primera vez empezó a cazar pescado (si, cazar y no pescar, porque usa un palo y no caña de pescar). Con la ayuda y la guia de Paul, de Shambala, agarró dos triggerfish, que luego aprendió a limpiar con la guia de Paul nuevamente, mientras los chicos jugaban en el agua y las mujeres charlábamos y supervisábamos el trabajo.

Navegando hacia Long Island.

Tripulación intantil de Shambala y Taia.

Comité de bienvenida en Water Cay.


El Er y su triggerfish. Son mucho más lindos cuando están vivos!

Los días siguientes nos vieron anclar en Flamingo Cay, Buena Vista Cay, Raccon Cay, Hog Cay y Duncan Town, el único pueblo que vimos con sus increíbles 100 habitantes. En todos los lugares hicimos playa, spear fishing, snorkel y cena abordo de Taia o Shambala. Los chicos jugaron, nadaron, corrieron, charlaron, navegaron juntos y la pasaron fantásticamente. También aprendieron mucho de peces.

Flamingo Cay.


Tripulación de Shambala y Taia.


En Raccon Cay vimos por primera vez dos tiburones en la playa, bien cerquita. Con los pies en el agua y la bandeja sobre las piedras de la playa, el Er y Paul estaban limpiando los peces que habían cazado. El Er enjuagó la bandeja sucia en el agua y unos minutos más tarde apareció el tiburón reclamando su comida. Al grito de “Tiburón! Tiburón!” los hombes salieron rápidamente del agua y después de que el susto se pasó, todos nos dedicamos a admirar esta especie de cerca, mientras le sacábamos fotos y compartíamos algo de la pesca diaria con ellos.

Después de 10 días increibles, llegó el momento de despedirnos de Shambala. Ellos partieron para EEUU y nosotros nos dirigimos hacia el norte nuevamente. De a poco, la tripulación de Taia va a empezar a volver hacia el norte, para eventualmente cruzar a EEUU durante la época de huracanes.



Con Shambala esperamos cruzarnos de nuevo el año que viene y seguir navegando juntos mientras creamos nuevos momentos inolvidables.