Mañana nos vamos a las Bahamas!
Más castizamente correcto (o correctamente castizo?), mañana nos vamos a las Islas de Baja Mar.
A las 5 de la mañana se sube el ancla. Son 60 millas desde Lake Worth, Florida, hasta el borde occidental del Pequeño Banco de Bahamas. Después de entrar al banco vamos a seguir navegando otras 40 millas hacia el Este, hasta llegar a Great Sale Cay, a donde planeamos pasar la noche anclados.
En algún lugar de la ruta vamos a perder la señal de celular y vamos a estar viviendo peligrosamente: no vamos a tener internet! Pueden pasar varios días antes de que estemos nuevamente conectados.
El pronóstico del tiempo es muy suave; va a ser una travesía fácil.
25 enero 2014
24 enero 2014
Decisiones para adultos
- Ya estamos?
- Ya estamos.
Ese diálogo algo conciso y aparentemente falto de precisión encierra el final de una tarea ligeramente tediosa. Es el diálogo que tenemos Nati y yo cada vez que terminamos de preparar el barco para salir a navegar al mar. La tarea puede durar entre 20 minutos y 2 horas, dependiendo del estado generalizado de kilombo descontrolado en el que se encuentre el Taia.
Hay que asegurarse de que ningún objeto adentro de la cabina pueda convertirse en un proyectil cuando el barco empiece a rolar y cabecear. Juguetes, herramientas, ropa, libros, cuchillos, iPads, cámaras... todo, absolutamente todo, debe estar sujeto y en su lugar.
La tarea sobre cubierta es un poco más interesante. Hay que preparar jacklines (lineas que se pasan en ambas bandas, de popa a proa, que usamos para atarnos cuando salimos a cubierta en el mar), tethers (las correas que usamos para atarnos a las jacklines), sacar fundas de mayor, preparar drizas y escotas, poner el gomón dado vuelta sobre la cubierta de proa y amarrarlo fírmemente. Definitivamente preparar la cubierta es más divertido que preparar la cabina.
El domingo pasado hicimos todo eso. Los chicos ayudaron con sus juguetes. Planeábamos salir al mar el lunes para cruzar la Corriente del Golfo y entrar al Pequeño Banco de Bahamas para anclarnos frente a un cayo el lunes a la noche. El martes seguiríamos hacia Man-O-War Cay, el cayo en el que los chicos van a ir al colegio. Las Bahamas se han convertido en un destino mágico para la tripulación; simbolizan el paraíso de aguas cristalinas y temperaturas cálidas que hacen de esta vida un placer imperdible. Todos estamos ansiosos por llegar.
A veces desearía poder teleportar a mis viejos a mi entorno inmediato para que tomen las decisiones difíciles. Sumadas a las ganas incontenibles de llegar a las Bahamas, había otras variables mezcladas en el caldo para complicar la decisión. El Mati había estado resfriado, con fiebre, y nos había contagiado a los demás. Nadie se sentía muy bien. Además del estado de salud cuestionable, en el norte de Bahamas se esperaba un frente frío el martes que iba a traer viento en abundancia. El tipo de viento que requiere estar anclado en un lugar protegido.
Cuando el viento supera los 20 nudos y estamos anclados el sueño me evade. La responsabilidad, esa virtud que deben tener los adultos en abundancia, supera al cansancio, y los adultos nos turnamos para pasar la noche en el cockpit controlando que el ancla permanezca quieto en el fondo. Si el ancla no soporta la fuerza del barco empujado por el viento, empieza a garronear, arando el fondo. Junto con el ancla, el barco se va de paseo. No es divertido. Es peligroso.
El punto más alto de las Bahamas es Mount Alvernia, asomandose sobre el nivel del mar con vertiginosos 63 metros. En general las islas están a no más de 10 metros sobre el nivel del mar. Eso no es mucha protección. Y otro detalle importante: a todos nos gusta dormir tranquilos.
Qué tan enfermos estábamos? Qué tan fuerte iba a ser el viento el martes? Podíamos tolerar el resfrío y el viento? Todo parecía indicar que podíamos irnos. Lo más probable era que todo iba a salir bien. Lo más probable.
Y ahí mi vieja, aunque no físicamente presente, se asomó en la charla con algo que me decía cuando yo era chico y me iba a jugar a la calle: "Mucho juicio". Guachita. Mucho juicio. A dónde fue que quedó el juicio? Nos queda algo o ya lo usamos todo? Podemos hacer un pique al super y comprar un poco?
Obviamente el juicio emitió juicio y tomó prevalencia (tal vez, solo tal vez, también hubo un poco de miedo a las condiciones climáticas difíciles que podíamos tener el martes). Nos quedamos en West Palm Beach, con la esperanza de que las condiciones propicias para cruzar la Corriente del Golfo se repetirían lo antes posible.
Pero esta es la ironía más grande de la anécdota: para cuando decidimos quedarnos, el barco ya estaba listo para salir al mar! Han pasado 6 días desde entonces. El barco ya está patas para arriba otra vez.
El viento en Bahamas fue fuerte. Acá en West Palm Beach también, aunque acá estamos algo más protegidos. Nati y yo estuvimos enfermos. Yo me pasé el martes en la cama, incapacitado por la fiebre y el malestar típico de la gripe. La decisión de quedarnos fue acertada. Pero si hubiéramos ido no hubiera sido grave, hubiera sido incómodo.
Parece que el próximo domingo o lunes las condiciones serán perfectas para cruzar. Y así lo haremos. Nadie está enfermo. El barco será acomodado. El diálogo se repetirá.
Esto de ser adulto y responsable es un garrón. Ser adulto irresponsable debe ser más divertido.
- Ya estamos.
Ese diálogo algo conciso y aparentemente falto de precisión encierra el final de una tarea ligeramente tediosa. Es el diálogo que tenemos Nati y yo cada vez que terminamos de preparar el barco para salir a navegar al mar. La tarea puede durar entre 20 minutos y 2 horas, dependiendo del estado generalizado de kilombo descontrolado en el que se encuentre el Taia.
Hay que asegurarse de que ningún objeto adentro de la cabina pueda convertirse en un proyectil cuando el barco empiece a rolar y cabecear. Juguetes, herramientas, ropa, libros, cuchillos, iPads, cámaras... todo, absolutamente todo, debe estar sujeto y en su lugar.
La tarea sobre cubierta es un poco más interesante. Hay que preparar jacklines (lineas que se pasan en ambas bandas, de popa a proa, que usamos para atarnos cuando salimos a cubierta en el mar), tethers (las correas que usamos para atarnos a las jacklines), sacar fundas de mayor, preparar drizas y escotas, poner el gomón dado vuelta sobre la cubierta de proa y amarrarlo fírmemente. Definitivamente preparar la cubierta es más divertido que preparar la cabina.
El domingo pasado hicimos todo eso. Los chicos ayudaron con sus juguetes. Planeábamos salir al mar el lunes para cruzar la Corriente del Golfo y entrar al Pequeño Banco de Bahamas para anclarnos frente a un cayo el lunes a la noche. El martes seguiríamos hacia Man-O-War Cay, el cayo en el que los chicos van a ir al colegio. Las Bahamas se han convertido en un destino mágico para la tripulación; simbolizan el paraíso de aguas cristalinas y temperaturas cálidas que hacen de esta vida un placer imperdible. Todos estamos ansiosos por llegar.
A veces desearía poder teleportar a mis viejos a mi entorno inmediato para que tomen las decisiones difíciles. Sumadas a las ganas incontenibles de llegar a las Bahamas, había otras variables mezcladas en el caldo para complicar la decisión. El Mati había estado resfriado, con fiebre, y nos había contagiado a los demás. Nadie se sentía muy bien. Además del estado de salud cuestionable, en el norte de Bahamas se esperaba un frente frío el martes que iba a traer viento en abundancia. El tipo de viento que requiere estar anclado en un lugar protegido.
Cuando el viento supera los 20 nudos y estamos anclados el sueño me evade. La responsabilidad, esa virtud que deben tener los adultos en abundancia, supera al cansancio, y los adultos nos turnamos para pasar la noche en el cockpit controlando que el ancla permanezca quieto en el fondo. Si el ancla no soporta la fuerza del barco empujado por el viento, empieza a garronear, arando el fondo. Junto con el ancla, el barco se va de paseo. No es divertido. Es peligroso.
El punto más alto de las Bahamas es Mount Alvernia, asomandose sobre el nivel del mar con vertiginosos 63 metros. En general las islas están a no más de 10 metros sobre el nivel del mar. Eso no es mucha protección. Y otro detalle importante: a todos nos gusta dormir tranquilos.
Qué tan enfermos estábamos? Qué tan fuerte iba a ser el viento el martes? Podíamos tolerar el resfrío y el viento? Todo parecía indicar que podíamos irnos. Lo más probable era que todo iba a salir bien. Lo más probable.
Y ahí mi vieja, aunque no físicamente presente, se asomó en la charla con algo que me decía cuando yo era chico y me iba a jugar a la calle: "Mucho juicio". Guachita. Mucho juicio. A dónde fue que quedó el juicio? Nos queda algo o ya lo usamos todo? Podemos hacer un pique al super y comprar un poco?
Obviamente el juicio emitió juicio y tomó prevalencia (tal vez, solo tal vez, también hubo un poco de miedo a las condiciones climáticas difíciles que podíamos tener el martes). Nos quedamos en West Palm Beach, con la esperanza de que las condiciones propicias para cruzar la Corriente del Golfo se repetirían lo antes posible.
Pero esta es la ironía más grande de la anécdota: para cuando decidimos quedarnos, el barco ya estaba listo para salir al mar! Han pasado 6 días desde entonces. El barco ya está patas para arriba otra vez.
El viento en Bahamas fue fuerte. Acá en West Palm Beach también, aunque acá estamos algo más protegidos. Nati y yo estuvimos enfermos. Yo me pasé el martes en la cama, incapacitado por la fiebre y el malestar típico de la gripe. La decisión de quedarnos fue acertada. Pero si hubiéramos ido no hubiera sido grave, hubiera sido incómodo.
El Taia juiciosamente anclado en West Palm Beach. |
Esto de ser adulto y responsable es un garrón. Ser adulto irresponsable debe ser más divertido.
02 enero 2014
Doce uvas y una maleta
Cuenta la leyenda que si uno da una vuelta a la manzana la noche de año nuevo con una maleta en la mano, el nuevo año traerá viajes al caminante enmaletado. Para mayor bienestar y buena fortuna, el caminante puede comer 12 uvas a las 12 de la noche, una con cada campanada del reloj. Hay estudios científicos que prueban la veracidad de estas leyendas.
Este año nuevo nos encontró desprevenidos en un rincón perdido de la Florida. Planeábamos recibirlo en Fort Matanzas, un fuerte español construido a mediados del siglo XVIII. Sin embargo el destino se interpuso y nos obligó a cambiar el plan.
Salimos de Saint Augustine con una ruta simple y corta: 12 millas hacia el sur y la corriente nos ayudaría con 2 nudos adicionales de velocidad. A menos de 3 millas de nuestro destino encontramos un puente levadizo y contactamos al operador para pedir paso. Y así fue que comenzó la dulce espera del año 2014.
El operador del puente nos informó que algo estaba roto y había que esperar a un electricista. La suerte estuvo de nuestro lado porque pudimos anclarnos a menos de 200 metros del puente para esperar al electricista. El arreglo del puente se demoró 3 horas. En esas 3 horas perdimos la corriente que nos llevaba a destino y también perdimos la marea alta que necesitábamos para entrar a la bahía de Fort Matanzas.
Levantamos ancla, cruzamos el puente, combatimos la corriente que ahora teníamos en la trompa, y al llegar a la entrada de Fort Matanzas el (ganso del) capitán decidió arriesgarse a entrar a la bahía con marea baja. "Creo que hay suficiente agua, yo me mando" dijo el viejo lobo de mar con su tradicional pipa en la comisura de estribor. La Nati, algo más avispada que el (ganso del) capitán, miró el ecosonda y agregó con inocencia: "Ahora tenemos 8 pies de agua..."
Ocho pies?!?! Nada más?!?! El barco cala 6 pies, y si había 8 en el canal, la entrada a la bahía debía tener no más de 5. Y el Taia corroboró la escasa profundidad estacionando su quilla cual arado en el barro. El (ganso del) capitán, tan orondo y rebalsado de experiencia náutica, aseguró a la tripulación que nada había de qué preocuparse, y castigó al motor con 1500 revoluciones marcha atrás. El Taia, siempre dispuesto a colaborar con la voluntad del (ganso del) capitán, permaneció inmóvil mientras el motor rugía y la transmisión se quejaba.
Años ha, el (ganso del) capitán había recibido un año nuevo tratando de comer 12 uvas a las 12 de la noche, una con cada campanada del reloj. Años ha, el (ganso del) capitán, había sucumbido a su inhabilidad para comer uvas rápidamente. Tal vez por eso pagó encallando su embarcación y orgullo el 31/12/2013.
Pero la fortuna no estaba totalmente en nuestra contra, y la manera heróica en la que el (ganso del) capitán puso marcha atrás y vapuleó al motor pidiendo más potencia liberó al Taia de su surco. Y así fue que terminamos anclados al costado de un canal, algo expuestos a tráfico y viento, esperando la llegada del 2014. Para cuando volvió la marea alta ya era de noche y nadie a bordo tenía ganas de mover las 15 toneladas de barco en las que navegamos. Fort Matanzas quedó para otro año.
No comimos uvas, aunque las hay en abundancia a bordo, gracias al incansable esfuerzo de la Oficial de Aprovisionamiento, quien ha resultado superar al (ganso del) capitán en su responsabilidad y cumplimiento del deber y las buenas costumbres. Tampoco caminamos alrededor de la manzana con una maleta en la mano. Pero sí estamos constantemente viajando con nuestra casa a cuestas; eso debe traer más viajes que dar una simple vuelta a la manzana con una maleta vacía, no?
Feliz 2014 para todos!
Este año nuevo nos encontró desprevenidos en un rincón perdido de la Florida. Planeábamos recibirlo en Fort Matanzas, un fuerte español construido a mediados del siglo XVIII. Sin embargo el destino se interpuso y nos obligó a cambiar el plan.
Salimos de Saint Augustine con una ruta simple y corta: 12 millas hacia el sur y la corriente nos ayudaría con 2 nudos adicionales de velocidad. A menos de 3 millas de nuestro destino encontramos un puente levadizo y contactamos al operador para pedir paso. Y así fue que comenzó la dulce espera del año 2014.
El operador del puente nos informó que algo estaba roto y había que esperar a un electricista. La suerte estuvo de nuestro lado porque pudimos anclarnos a menos de 200 metros del puente para esperar al electricista. El arreglo del puente se demoró 3 horas. En esas 3 horas perdimos la corriente que nos llevaba a destino y también perdimos la marea alta que necesitábamos para entrar a la bahía de Fort Matanzas.
Levantamos ancla, cruzamos el puente, combatimos la corriente que ahora teníamos en la trompa, y al llegar a la entrada de Fort Matanzas el (ganso del) capitán decidió arriesgarse a entrar a la bahía con marea baja. "Creo que hay suficiente agua, yo me mando" dijo el viejo lobo de mar con su tradicional pipa en la comisura de estribor. La Nati, algo más avispada que el (ganso del) capitán, miró el ecosonda y agregó con inocencia: "Ahora tenemos 8 pies de agua..."
Ocho pies?!?! Nada más?!?! El barco cala 6 pies, y si había 8 en el canal, la entrada a la bahía debía tener no más de 5. Y el Taia corroboró la escasa profundidad estacionando su quilla cual arado en el barro. El (ganso del) capitán, tan orondo y rebalsado de experiencia náutica, aseguró a la tripulación que nada había de qué preocuparse, y castigó al motor con 1500 revoluciones marcha atrás. El Taia, siempre dispuesto a colaborar con la voluntad del (ganso del) capitán, permaneció inmóvil mientras el motor rugía y la transmisión se quejaba.
Años ha, el (ganso del) capitán había recibido un año nuevo tratando de comer 12 uvas a las 12 de la noche, una con cada campanada del reloj. Años ha, el (ganso del) capitán, había sucumbido a su inhabilidad para comer uvas rápidamente. Tal vez por eso pagó encallando su embarcación y orgullo el 31/12/2013.
Pero la fortuna no estaba totalmente en nuestra contra, y la manera heróica en la que el (ganso del) capitán puso marcha atrás y vapuleó al motor pidiendo más potencia liberó al Taia de su surco. Y así fue que terminamos anclados al costado de un canal, algo expuestos a tráfico y viento, esperando la llegada del 2014. Para cuando volvió la marea alta ya era de noche y nadie a bordo tenía ganas de mover las 15 toneladas de barco en las que navegamos. Fort Matanzas quedó para otro año.
No comimos uvas, aunque las hay en abundancia a bordo, gracias al incansable esfuerzo de la Oficial de Aprovisionamiento, quien ha resultado superar al (ganso del) capitán en su responsabilidad y cumplimiento del deber y las buenas costumbres. Tampoco caminamos alrededor de la manzana con una maleta en la mano. Pero sí estamos constantemente viajando con nuestra casa a cuestas; eso debe traer más viajes que dar una simple vuelta a la manzana con una maleta vacía, no?
Feliz 2014 para todos!
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