- Ya estamos.
Ese diálogo algo conciso y aparentemente falto de precisión encierra el final de una tarea ligeramente tediosa. Es el diálogo que tenemos Nati y yo cada vez que terminamos de preparar el barco para salir a navegar al mar. La tarea puede durar entre 20 minutos y 2 horas, dependiendo del estado generalizado de kilombo descontrolado en el que se encuentre el Taia.
Hay que asegurarse de que ningún objeto adentro de la cabina pueda convertirse en un proyectil cuando el barco empiece a rolar y cabecear. Juguetes, herramientas, ropa, libros, cuchillos, iPads, cámaras... todo, absolutamente todo, debe estar sujeto y en su lugar.
La tarea sobre cubierta es un poco más interesante. Hay que preparar jacklines (lineas que se pasan en ambas bandas, de popa a proa, que usamos para atarnos cuando salimos a cubierta en el mar), tethers (las correas que usamos para atarnos a las jacklines), sacar fundas de mayor, preparar drizas y escotas, poner el gomón dado vuelta sobre la cubierta de proa y amarrarlo fírmemente. Definitivamente preparar la cubierta es más divertido que preparar la cabina.
El domingo pasado hicimos todo eso. Los chicos ayudaron con sus juguetes. Planeábamos salir al mar el lunes para cruzar la Corriente del Golfo y entrar al Pequeño Banco de Bahamas para anclarnos frente a un cayo el lunes a la noche. El martes seguiríamos hacia Man-O-War Cay, el cayo en el que los chicos van a ir al colegio. Las Bahamas se han convertido en un destino mágico para la tripulación; simbolizan el paraíso de aguas cristalinas y temperaturas cálidas que hacen de esta vida un placer imperdible. Todos estamos ansiosos por llegar.
A veces desearía poder teleportar a mis viejos a mi entorno inmediato para que tomen las decisiones difíciles. Sumadas a las ganas incontenibles de llegar a las Bahamas, había otras variables mezcladas en el caldo para complicar la decisión. El Mati había estado resfriado, con fiebre, y nos había contagiado a los demás. Nadie se sentía muy bien. Además del estado de salud cuestionable, en el norte de Bahamas se esperaba un frente frío el martes que iba a traer viento en abundancia. El tipo de viento que requiere estar anclado en un lugar protegido.
Cuando el viento supera los 20 nudos y estamos anclados el sueño me evade. La responsabilidad, esa virtud que deben tener los adultos en abundancia, supera al cansancio, y los adultos nos turnamos para pasar la noche en el cockpit controlando que el ancla permanezca quieto en el fondo. Si el ancla no soporta la fuerza del barco empujado por el viento, empieza a garronear, arando el fondo. Junto con el ancla, el barco se va de paseo. No es divertido. Es peligroso.
El punto más alto de las Bahamas es Mount Alvernia, asomandose sobre el nivel del mar con vertiginosos 63 metros. En general las islas están a no más de 10 metros sobre el nivel del mar. Eso no es mucha protección. Y otro detalle importante: a todos nos gusta dormir tranquilos.
Qué tan enfermos estábamos? Qué tan fuerte iba a ser el viento el martes? Podíamos tolerar el resfrío y el viento? Todo parecía indicar que podíamos irnos. Lo más probable era que todo iba a salir bien. Lo más probable.
Y ahí mi vieja, aunque no físicamente presente, se asomó en la charla con algo que me decía cuando yo era chico y me iba a jugar a la calle: "Mucho juicio". Guachita. Mucho juicio. A dónde fue que quedó el juicio? Nos queda algo o ya lo usamos todo? Podemos hacer un pique al super y comprar un poco?
Obviamente el juicio emitió juicio y tomó prevalencia (tal vez, solo tal vez, también hubo un poco de miedo a las condiciones climáticas difíciles que podíamos tener el martes). Nos quedamos en West Palm Beach, con la esperanza de que las condiciones propicias para cruzar la Corriente del Golfo se repetirían lo antes posible.
Pero esta es la ironía más grande de la anécdota: para cuando decidimos quedarnos, el barco ya estaba listo para salir al mar! Han pasado 6 días desde entonces. El barco ya está patas para arriba otra vez.
El viento en Bahamas fue fuerte. Acá en West Palm Beach también, aunque acá estamos algo más protegidos. Nati y yo estuvimos enfermos. Yo me pasé el martes en la cama, incapacitado por la fiebre y el malestar típico de la gripe. La decisión de quedarnos fue acertada. Pero si hubiéramos ido no hubiera sido grave, hubiera sido incómodo.
El Taia juiciosamente anclado en West Palm Beach. |
Esto de ser adulto y responsable es un garrón. Ser adulto irresponsable debe ser más divertido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario