Parte de la rutina en el Taia es apilar a toda la familia en el gomón y aventurarnos en todo tipo de lugares: playas, corales, piedras, pueblos, ciudades, otros barcos, etc. Es el medio de transporte que nos permite acceso a agua y tierra; el vehículo familiar.
Ayer fuimos en el gomón desde Hansen Bay a Coral Bay, una distancia modesta de 2 millas, que normalmente cubriríamos en 10 o 15 minutos. Pero ayer fue distinto. El viento ha estado soplando entre 20 y 25 nudos del ESE y la bahía en la que estamos está expuesta a esa dirección. La ida fue divertida porque teníamos el viento y las olas en la popa. Hicimos la mitad de la distancia barrenando olas de 1.5 a 2 metros. Pero la vuelta fue más complicada, en contra del viento y las olas. Fue complicada para mí que tuve que poner atención para que el viaje no se convirtiera en una dada vuelta y los 4 termináramos en el agua con el gomón puesto de sombrero. Los chicos venían felices, completamente mojados y muertos de risa con toda el agua que volaba cada vez que chocábamos una ola.
Los chicos siempre van sentados en la proa del gomón. Ese es su lugar. A veces, cuando volvemos de una playa y tienen un poco de frío, se acurrucan en el piso y se envuelven con toallas. Otras veces vienen peleando por quién ocupa 1 milímetro más del asiento que comparten. Lo mejor es cuando señalan peces, tiburones, tortugas, o lo que sea que ven y les llama la atención. Yo observo todo sentado en la popa, con la mano en el acelerador del motor.
Cuando no hay olas y podemos ir rápido, veo esas dos espaldas vibrando mientras el gomón avanza, las manos de los chicos firmemente envueltas en las manijas, como aprendieron a hacer después de recibir incontables recordatorios de agarrarse bien. Y si no hay olas y no estoy yendo al máximo de velocidad, esas dos espaldas se tuercen, y sus voces reclaman ir más rápido. Y si el agua está particularmente planchada, se dan vuelta y piden que crucemos nuestra propia estela, solo por la diversión de sacudir el esqueleto.
Esa imagen, mis dos hijos sentados en el gomón, ambos dándome la espalda, la de ella normalmente erguida con corrección y pulcritud, la de él más curva y con los hombritos echados hacia adelante, esa imagen es mía y me la quedo. La comparto porque me hace feliz.
Sentados en el gomón, listos para explorar el mundo |