Hoy hace 8 días comenzamos nuestra travesía del Canal Intracostero del Atlántico (en inglés es Intracoastal Waterway y todo el mundo, incluyendo la tripulación del Taia, le dice ICW). Ha sido una experiencia interesante, de a ratos intensa y movida, de a ratos lenta y casi aburrida.
Las primeras horas de navegación fueron las más intensas. En Norfolk está la base naval más grande del mundo y también tiene un puerto comercial grande. Abunda el tráfico marino de todo tipo. Además, esa es la zona del ICW con mayor densidad de puentes que hemos visto. En menos de 5 horas tuvimos que cruzar varios puentes, algunos de los cuales tuvimos que esperar a que se abrieran porque el mástil del Taia tiene 17 metros de altura. El ICW recibe a los novatos con un cachetazo violento.
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Porta aviones en Norfolk |
Pero después se acaba la zona urbana de Norfolk y Portsmouth y empieza lo más lindo y tranquilo. Canales, algunos excavados por esclavos en el siglo XIX, tan rectos como una autopista moderna y rodeados de vegetación y vida salvaje. Ríos que parecen encontrarse tan vírgenes como hace 4 siglos. Realmente una fusión de naturaleza y humanidad que es admirable.
Los dos o tres primeros días en el ICW fueron fríos. Aparecieron gorros, guantes y buzos para toda la tripulación. También afloraron bolsas de dormir importadas directamente de los otoños y primaveras canadienses que esta tripulación había pasado en otro barco. Por suerte estábamos listos.
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El capitán enfrentó heróicamente las gélidas temperaturas (con ropa lavada a mano tendida para secar en el cockpit). |
Después de los dos primeros días la navegación se empezó a poner repetitiva. Puentes, zonas de escasa profundidad, tráfico, canales angostos, vegetación y pájaros mirando pasar al Taia con párpados adormecidos... o los párpados adormecidos estaban abordo? Todo eso con los 85 caballos del motor diesel rugiendo de manera incesante. Es imposible navegar a vela en la mayor parte del ICW. Hasta el piloto automático se aburrió y empezó a trazar rumbos erráticos en el medio de canales que parecían tener 3 o 4 metros de ancho.
La necesidad de hacer más millas por día se hizo obvia. Comenzamos a amanecer junto con el sol para aprovechar las escasas 10 horas de luz natural que provee el otoño. Con el sol en el horizonte oriental comenzaba el rugido del motor. El objetivo de cada día fue recorrer la mayor cantidad de millas posible y llegar a una bahía con buena protección para tirar el ancla antes del anochecer.
Y así fue que pasamos las noches más silenciosas y oscuras que hemos tenido. Por unos días el Taia estuvo desfasado del resto de los barcos recorriendo el ICW, y pasamos noches solitarias, sin nadie alrededor. Esas fueron las mejores noches. Y la oscuridad! Entre las nubes que ocultaban la luna y la ausencia de zonas urbanas, la oscuridad alrededor era absoluta. Salir a cubierta daba miedo.
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Amanecer solitario en el ICW |
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Otro amanecer, este con sol y luna |
Después llegamos a la gigantesca urbe de Oriental, North Carolina, con sus 900 habitantes. Una pequeña joya de pueblo que vive más mirando a su río, el Neuse, que hacia el resto del continente. Hermosa.
En Oriental fuimos beneficiados por la famosa
hospitalidad sureña (ese
sureña se refiere al Sur de Estados Unidos; North Carolina es un estado del Sur). Salimos de un súper mercado cargados de provisiones para varios días. Mochilas, bolsas colgadas en cada dedo, los chicos ayudando con la carga estóicamente. Teníamos que caminar unas 10 cuadras al costado de una ruta hasta el muelle. Pasó una mujer en auto con su perro. Frenó al costado de la ruta. Preguntó si necesitábamos que nos llevara en auto. Y nos llevó, en dirección opuesta a la que iba. Los chicos jugaron con el perro en el auto mientras la señora entretuvo a los adultos con su pintoresco acento sureño. La gente es inherentemente buena.
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Dinghy dock en Oriental, North Carolina. Atrás se ve nuestro gomón. |
De Oriental navegamos hacia Morehead City y Beaufort, North Carolina. Vimos ambas ciudades al pasar. Había casas lindas en la orilla y tráfico de autos en el puente. Llegando a Beaufort vimos deflines por primera vez. Lamentablemente no tuvimos oportunidad de sacarles fotos. Se asoman esporádicamente para volver a sumergirse y continuar su nado incansable.
El tramo después de Morehead City fue interesante porque el ICW atraviesa una base militar gigantesca, parte de la cual usa la marina para práctica de artillería. Todo ese día se escuchó tráfico radial de la marina, anunciando las zonas en las que estaban practicando y pidiendo que ninguna embarcación se acerase. A veces cierran el ICW para esas prácticas. Vimos sobre la costa varios vehículos militares abandonados, probablemente usados como blancos de práctica.
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Los chicos jugando en cubierta |
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Juegos de guerra en el ICW |
El intenso ritmo de navegación cobró su precio. Los grandes estábamos cansados. Así fue que decidimos parar en Wrightsville Beach, North Carolina, una ciudad balnearia muy pintoresca. Pasamos dos noches en una marina porque hubo mucho viento del Sur Oeste, y no hay ninguna bahía protegida para vientos de ese cuadrante en esta zona. Eso también nos dió la oportunidad de llevar a los chicos trick-or-treating para Halloween.
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Halloween! |
Ahora continuamos en Wrightsville Beach, aunque esta vez anclados.
Mañana planeamos explorar Masonboro Island, una isla que ha sido declarada reserva natural y a la que solo se puede llegar en barco. Leí que hay tortugas marinas que desovan en esa isla.
Después de 3 días de descanso en Wrightsville Beach, el Taia seguirá su navegación hacia el sur. Pronto, muy pronto, haremos nuestra primer travesía en el mar, con 48 horas de navegación ininterrumpida. O tal vez más. Veremos qué dice Eolo al respecto.