Vivimos una vida muy intensa, donde cada día es diferente. Nos levantamos con el sol, tipicamente en un lugar distinto al del día anterior. El Ery yo nunca fuimos madrugadores pero hay algo captivante al ver el sol asomarse mientras levantamos el ancla y nos dirigimos hacia nuestro nuevo destino diario. Mientras los chicos duermen plácidamente, éste es un momento único para nosotros dos, que disfrutamos en silencio y calma, mientras vemos el día empezar y nos tomamos nuestros primeros mates.
Cada noche planeamos a dónde vamos a ir el día siguiente. Esto incluye escuchar el pronóstico del tiempo, planeaa la ruta que vamos a seguir, averiguar el estado de las corrientes y mareas así podemos decidir el mejor momento para partir, y, por último, encontrar un buen lugar protegido para anclar. Y todo esto es la parte fácil! La parte más difícil es ejecutar el plan. A veces el día va como uno lo planea, pero a veces necesitamos cambiar el plan a mitad de camino.
Hace poco, cuando estábamos acercándonos a Shallotte Inlet, en Carolina del Norte, empezamos a escuchar en el canal 16 de la radio VHF (de emergencia) que muchos barcos se estaban quedando encallados en esa area. Con 6 pies de eslora y con marea baja, no quisimos arriesgarnos. Los otros barcos estaban reportando profundidades de 5 pies o menos. Rápidamente empezamos a buscar alternativas para poder anclarnos en alguna bahía pero las opciones eran bien limitadas. Sólo encontramos un lugar y aunque no era muy atractivo, decidimos anclarnos ahí y pasar la noche. A la mañana siguiente cruzamos Shallotte Inlet con marea alta y evitamos todo el stress y drama de navegar con poca agua.
Otro ejemplo de cambio de último momento pasó unos días después mientras nos dirigíamos a Georgetown, Carolina del Sur. Como estábamos un poco cansados, decidimos tener un día fácil y planeamos hacer sólamente unas 25 millas y anclarnos en Georgetown. Pero cuando estábamos cerca, el día estába tan lindo que decidimos seguir y acercarnos a Charleston. A mitad de camino, entonces, planeamos la nueva ruta en la computadora, las importamos al GPS y seguimos viaje felizmente.
Cerca de Charleston al día siguiente casi tuvimos que cambiar de planes nuevamente. Teníamos que cruzar un puente con una altura máxima de 65 pies y Taia necesita 62 pies. La mayoria de los puentes tienen un cartel cerca del agua que indica la altura actual teniendo en cuenta las mareas. Siendo extra cautelosos como somos (y un poco gallinas), siempre buscamos y miramos estos carteles. El problema es que no todos los puentes tienen estos carteles. Y si los tienen, leerlos a distancia no es fácil, aún con la ayuda de unos binoculares muy buenos (cortesía de los padres del Er). Al acercarnos al puente, con marea alta, el cartel parecía leer 61 pies. En un canal estrecho, con corriente que nos llevaba hacia el puente y con otros barcos a popa nuestro, empezamos a evaluar opciones para no cruzarlo y esperar a que la marea baje. Afortunadamente, al acercarnos más, pudimos leer que la altura era en realidad 63 pies y lo pudimos cruzar sin ningún problema.
Yo siempre estuve acostrumbrada a adaptarme a cambios en el trabajo. Cosas pasan que afectan los planes y, no sólo es natural sino un requerimiento adaptarse a estos cambios. Pero nunca antes tuve que aplicar esto a mi vida personal como ahora.
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Así comienza. Vemos un puente a los lejos y vamos a cubierta con los binoculares a ver si encontramos el cartel que dice la altura. |
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Mientras el barco se acerca, seguimos buscando. |
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Ahi está! No lo podrían haber hecho un poquito más grande al cartelito??? |
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Sin dudas, ahora, cruzamos el puente. Aunque más de una vez, lo cruzamos con miedo de que el mástil no pase. Desde abajo, la perspectiva es distinta :) |
Hola Navegantes, hermoso el recorrido y comentario de estos días
ResponderBorrarCambiando y cambiando se van madurando en la aventura, que experiencia, me alegro mucho y los felicito!!!
Un beso grande y espero noticias de los nuevos puertos, mamá